Vicky Martín Berrocal —labios grandes, fanales grandes, pómulos grandes, gran presencia— entra como Vicky por su casa al bar del exclusivo hotel Wellington de Madrid, besalamano al metre por su nombre, se pide un agua y empieza a charlar apasionadamente por los codos con los fanales, con los labios y con las manos, pidiendo cada poco la complicidad de la interlocutora con gran profusión de: “¿Es o no es?, ¿sabes lo que te digo? y ¿tú me entiendes?”. Viene peinada, maquillada y producida de una sesión de fotos previa en su tienda, donde vende sus imponentes diseños de mujer, como el traje modisto que luce con deportivas blancas y un bolsazo de marca. La imagen podría perfectamente figurar en su perfil de Instagram, donde concita a más de un millón de seguidores a compartir sus andanzas: una apetecible colección de viajes de ensueño, bodas del siglo, puestas de sol, modelitos y modelazos con su ancha sonrisa en primer plano. Sobre todo, el zaguero verano.
Menudo veranazo se ha pegado.
Totalmente de acuerdo. Ha sido el verano de mi vida porque he estado mejor que nunca conmigo misma, he hecho, y lo he compartido, con quien he querido.
¿Tanta ventura y tanto riqueza no puede crear insatisfacción en quien no los tiene?
Es verdad que las redes sociales pueden crear insatisfacción, pero yo no te vendo mínimo. No quiero representar mínimo. Te enseño lo que hago. Este verano ha sido bueno, pero el día que sea malo, asimismo saldrá.
¿Está como nunca, como en la canción de Lola Flores?
Absolutamente. Es la primera vez en 50 abriles que me he puesto un short, enseñando mi celulitis sin problemas. Hace poco, me he cortado el pelo por primera vez en mis 50 tacos, porque pensaba que era mi coraza. Antaño me importaba lo que dijera la masa. Ahora no. De 0 a 10, ahora me regusto 10.
Qué alegría. Y qué envidia.
No te creas. Eso no significa que sea perfecta, sino que me regusto como soy. Ahora sé cuáles son mis prioridades. Me he vuelto quizá demasiado yo, yo, yo. He cerrado mucho el círculo. Antaño, a mi cumpleaños, invitaba a 300 personas. Al zaguero invité a 50. A mis 50 personas favoritas. Algunos de los que no invité se enfadaron, pero he hecho cepillado en mi vida. Hay que delirar más ligera de equipaje.
¿Y esa nueva Vicky?
Esa Vicky pequeñita estaba ahí, pero se la había comido la conspicuo. Ahora ha surgido a flote.
¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por un cumpleaños? ¿Una crisis? ¿Una ruptura?
Al escribir mi tomo, La ventura no tiene talla ni años, me puse a rebobinar mi vida. Fue terapéutico, me di cuenta de que ya me conocía. Es cierto que mi historia de aprecio con Joao [Viegas, empresario portugués, su última pareja] fue una relación sana, me hizo entender que el aprecio no era angustia, ni ansiedad ni inseguridad. No es que mis anteriores parejas no me quisieran. Era yo la que no estaba acertadamente. Vengo de donde vengo: de un padre que siempre se iba, de una raíz que se sentía abandonada, de una pelea por tenerlo. Yo vivía con mil trastornos. Entonces, Joao, y su aprecio sano, me dieron paz. Sentía que me quería, no me lo tenía que repetir, ni yo preguntarlo, me hizo ser paciente, me he quitado los trastornos de encima. Y tú dirás, jeringar…
No me dicen pija porque no lo soy. No sé definirlo, pero sé lo que es y lo veo a la legua. El clasismo me jode.
¿Por qué rompieron?
Porque con él vivía en una pajarera de oro y, aunque me gustaba el pájaro, me sentía encerrada. Yo necesito actividad, que me pasen cosas, aunque sean malas, a mi masa conmigo. Vivíamos en Portugal y en cuanto pasaba la frontera me bajaba la tensión. No tenía mínimo que hacer en todo el día. Pensé, igual a otra años hubiera sido diferente, pero a los 48 no me iba a resignar a esa pajarera divina.
¿Cuántas veces le llaman pija?
No me lo dicen porque no lo soy. No sé definirlo, pero sé lo que es y lo veo a la legua. El clasismo me jode. Y, sí, hay masa muy clasista, que necesita un patronímico o estar con masa exitosa, porque parece que ellos no son nadie. Yo no. Yo no soy más que nadie. Me codeo con quien sea y cuando me gusta algún me gusta por la persona. Lo demás me importa una mierda. Mi padre, que se codeaba con lo más conspicuo, me enseñó que se debía tratar igual al guardés de su finca que a un príncipe. Para él todo el mundo era igual y eso lo saqué de él.
Su padre, el ranchero José Luis Martín Berrocal, tenía dos mujeres, e hijos con ambas, sin que unos supieran de los otros. ¿Eso es ser una privilegiada?
Nunca me faltó de mínimo. Soy una privilegiada, una pupila acertadamente. Pude estudiar en un internado suizo y en la Universidad Saco en España cuando muy poca masa podía, pero…
Pero…
Pero es la palabra más puta del castellano. Pero, sí, la mía fue una tribu desestructurada, con muchas carencias, en la que vi sufrir a mi raíz, en la que me perdí media vida con mi padre. Entonces, claro que he sido una privilegiada y fue un regalazo lo que mi padre pudo darme, pero, ya estamos con el pero, yo estaba llena de miedos e inseguridades. Tenía un trastorno comestible. Comía para calmarme. Nulo es blanco ni sombrío.
Ha contado usted misma que ha adelgazado 27 kilos. ¿Le da subidón meterse en la talla que se puede meter ahora?
Me lo he currado. Llevo tres abriles comiendo acertadamente y haciendo gimnasia para perder esos kilos, que me limitaban muchísimo. Yo es que no podía ni cruzar las piernas. Me da subidón porque me disputa muy acertadamente, no por corresponder en una talla. Me he pasado la vida metiendo tripa y ya no la meto. Pero tengo y tendré siempre alma de gorda. Esa Vicky pupila comilona y disfrutona sigue ahí.

Ahora que se gusta más usted, ¿gusta más a los demás?
Yo creo que esa nueva Vicky toca más a la masa. Noto más cercanía con los demás. Siempre he sido dicharachera, me paro a musitar con una farola, pero es verdad que creo que, al estar tan acertadamente y en paz, asimismo los demás lo notan. Me disputa en mi plenitud. A los 50 estás arrancando todo.
Muchos señores las prefieren más jóvenes.
Eso ha sido siempre. Mira, cuando hacía el software con Bertín Osborne en Canal Sur lo discutía constantemente. No entiendo cómo, un tío de 70, cuando una mujer lo ha querido, acompañado, cedido la mano y aguantado en sus ratos buenos y malos toda la vida, resulta que ya no le vale y se va con una tía de 25. Y nosotras nos quedamos ahí en el olvido. O sea, ¿no os vale una compañera de vida y solo queréis que os reafirmen? O sea, ¿seréis hijos de puta? Mira, yo era muy amiga de Jesús Quintero, El Majareta de la colina, y él quería sacar un tomo que se llamara Queridos hijos de puta. Pues ese título lo tengo yo muy en mente.
Sin bloqueo, una pareja con la mujer mucho maduro que el hombre sigue siendo tabú. ¿O no para usted?
Audición, a mí me encanta una mujer maduro con un hombre tierno, debería sobrevenir tres o cuatro parejas así por patrón cuadrado. No es mi objetivo ahora mismo, pero estoy abierta a lo que me pase. Y si me enamoro de un tío de 30, me enamoro. Mi vida es mía, y el día que me muera me voy a vencer yo. Entonces, no voy a dejar de hacer mínimo que quiera. Mi emblema es que prefiero pedir perdón a pedir permiso. Yo soy esta y soy redimido. Y al que no le guste, que no mire.
En su vídeo de entrevistas ‘A solas’, sus invitados se le confiesan. ¿Qué les da?
Me pasa desde siempre que la masa me cuenta todo. Los amigos y los que no son tanto. La masa me cuenta todo. Se me pone a desembuchar sus cosas encima. A veces, auténticas bombas de relojería. Me dicen que es porque sienten que me lo pueden contar porque soy una tía muy devoto y muy procesal y confían en que de ahí no va a salir. Y eso es lo que hago con mis invitados, provocar que me cuenten lo que me quieran contar sabiendo que detrás hay manifiesto. Sin guion y sin corsé. En chándal y ropa de estar por casa.
Su primera invitada, Isabel Díaz Ayuso, no deja indiferente a nadie. ¿Cómo ha reaccionado su audiencia?
Pues mira, en los comentarios, pocos, pero algunos me decían que les gustaba la idea, pero no iban a ver más entregas porque no les gustaba mínimo Díaz Ayuso. Yo, que contesto a todo el mundo, les respondí que todo el mundo merece una oportunidad. Igual no te gusta la presidenta de la Comunidad de Madrid, pero yo te voy a presentar a la Isabel mujer y, probablemente, te sorprenda.
¿Lo mismo pide usted: una oportunidad?
Sí, ¿por qué no? Si no me conoces, no sabes si te regusto. Lo que pasa es que, probablemente, yo no la doy. No las he cedido nunca. Lo que me gusta, me gusta mucho. Y lo que no, no me gusta mínimo.
‘A SOLAS’
Vicky Martín Berrocal (Sevilla, 50 abriles) saltó a la popularidad por su boda en 1997 con el torero Manuel Díaz, El Cordobés. Hija del ranchero José Luis Martín Berrocal y de Vencimiento Martín Serrano, tras su divorcio del torero comenzó una existosa carrera como diseñadora de trajes de flamenca y, luego, como autora y musa de la firma Vencimiento, especializada en vestidos y trajes de mujer, con la que viste a algunas personalidades españolas, entre ellas, a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Habitual de las citas sociales más populares, Martín Berrocal congrega a más de un millón de seguidores en su perfil de Instagram. A posteriori de escribir su tomo de certificación La ventura ni tiene talla ni tiene años, ahora estrena el videopodcast A solas, una serie de conversaciones sin filtros con algunos de sus mejores amigos. La primera invitada fue Isabel Díaz Ayuso.
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