Steven Levitsky: “Si tuviera que apostar 1 peso por el ganador de las elecciones, no apostaría por Massa”

“Sería una sorpresa si logra vencer Massa siendo representante del oficialismo durante una situación económica como la flagrante”, explica. “La parentela vota a auspicio de los gobiernos cuando hay crecimiento financiero y estabilidad económica y vota en contra de los gobiernos cuando la situación económica está mal. Me parece racional”, plantea. “La parentela está muy descontenta, sobre todo luego de la pandemia, y el oficialismo está perdiendo en todos lados”, analiza. “Votan a Milei por el discurso “anti”; no es que esté ganando votos el discurso del dispensado mercado”, afirma. “Algunos gobiernos peronistas se han acercado a la vírgula crítica del autoritarismo pero desde el ́ 83 hasta ahora, nadie la ha cruzado”, precisa. “En el caso de Milei, no es tan abiertamente antidemocrático como Bolsonaro o como Trump, pero hay señales que preocupan”, sostiene. “Me parece un paso muy agorero que la vicepresidenta de Milei llegue al poder”, advierte y sigue: “Su discurso rompe el consenso tolerante”. “La solidez de la democracia argentina debería ser suficiente como para resistir un gobierno de Milei, si ocurre”, reflexiona. “Todo el mundo sabe que Cristina Kirchner no es la política más tolerante de la historia argentina. Fue muy lamentable lo que hizo cuando asumió Macri. Pero en los últimos primaveras, en la Argentina, el problema principal no fue que el kirchnerismo fuera hegemónico”, aclara.

Steven Levitsky
Steven Levitsky

“La abandono de examen seria siempre le hace mal a los gobiernos y a las democracias”, precisa. “En los primaveras ´90s y el principio del siglo XXI: el modo de arruinar con la democracia cambió de una forma dramática”, explica. “En gran parte del siglo XX, el cachete marcial, que lamentablemente la Argentina conoce muy acertadamente, fue la forma más típica de destruir la democracia”, detalla.

“La parentela vota a auspicio de los gobiernos cuando hay crecimiento financiero y estabilidad económica y vota en contra de los gobiernos cuando la situación económica está mal. Me parece racional”

“Ahora, casi siempre, la homicidio de la democracia es más lenta y es un proceso civil. Son los gobiernos o primer ministros, los presidentes elegidos muchas veces democráticamente los que utilizan las propias instituciones de la democracia para excavar lentamente, debilitar y, a veces, destruir la democracia”, señala. “Escribimos el ejemplar, sobre todo, porque queríamos advertir a los norteamericanos que esto puede acontecer. Luego, resultó un proceso global a la región”, dice. “Hemos aprendido, y eso es importante para la Argentina, que la democracia puede resistir la sufragio de un presidente totalitario”, afirma. “Siempre es un aventura para la democracia designar una figura que no está comprometida con la democracia como Trump o como Bolsonaro, como Bukele en El Salvador”, reconoce. “Aunque un gobierno sea escogido por la mayoría, como lo fue Perón en los primaveras ‘40s, eso no dice necesariamente que el nuevo presidente es un demócrata y no garantiza necesariamente la democracia”, clarifica. “Desde temprano, Trump decía públicamente que no iba a aceptar los resultados de una enseñanza”, describe y advierte: “Una regla cardinal, absolutamente secreto de la democracia, es que hay que aceptar los resultados de las elecciones, vencer o perder”. “La regla número dos es la tolerancia de la violencia: un demócrata, un político comprometido con la democracia rechaza siempre el uso de la violencia en la política”, desarrolla y agrega: “Ya en 2016, Trump toleraba y a veces aplaudía el uso de la violencia, otra señal clarísima de determinado que no esté comprometido con la democracia. Bolsonaron, igual”. “En los últimos 40 primaveras, muchos argentinos se han preocupado públicamente por los políticos peronistas considerándolos no cien por ciento democráticos”, reflexiona. “A partir del ´83, la duda sobre el compromiso tolerante estaba ahí”, sostiene. “Los gobiernos peronistas, sobre todo los de Menem y Kirchner, no fueron gobiernos suizos, o sea, hubo corrupción y cierta concentración y demasía de poder, pero el peronismo en todas sus expresiones nacionales ha jugado internamente de las reglas del pernio tolerante”, destaca. “Es cierto que algunos gobiernos peronistas se han acercado a la vírgula crítica pero desde el ́ 83 hasta ahora, nadie ha cruzado la vírgula del autoritarismo”, distingue. “Si los gobiernos democráticos de varios partidos, a través de los primaveras, no gobiernan acertadamente, y no le demuestran a los ciudadanos que están respondiendo a sus demandas y sus micción, la democracia puede debilitarse”, advierte. “El régimen político no importa demasiado en cuanto al rendimiento financiero y al crecimiento, el PBI, o en cuanto al nivel de inflación, o en cuanto a muchas otras medidas, inclusive la corrupción”, matiza. “Hay muchos problemas con la democracia y la capital argentina, pero no es falta de la democracia”, propone. “La democracia es un sistema de reglas que protege a los individuos y que permite una dispensado selección de gobiernos y un proceso de transición de gobierno pacífica e institucional. No es más que eso”, explica y agrega: “No es un sistema de producción de mejores políticas económicas y sociales”. “Pero el punto principal es que los gobiernos autoritarios no rinden mejor; en mucho caso, son peores”, compara.

“Siempre es un aventura para la democracia designar una figura que no está comprometida con la democracia como Trump o como Bolsonaro, como Bukele en El Salvador”

“La democracia argentina está más robusto que hace 20 primaveras o 30 primaveras y las instituciones, aunque son más débiles que, por ejemplo, Uruguay o Pimiento, están más fuertes que hace una engendramiento”, subraya. “Es la vieja historia en la Argentina, mala en rendimiento financiero pero la democracia se sostiene, y me parece que eso sigue”, remarca. “En el `83, Alfonsín nos decía que con la democracia se come, se educa, se cura. Y lamentablemente no es cierto”, advierte. “La democracia es el mejor sistema que tenemos para gobernarnos, pero no implica todo lo bueno del mundo”, opina. “La democracia es simplemente un sistema para proteger derechos y decidir gobiernos. No debemos esperar demasiado de la democracia”, define. “En cuanto al dispensado mercado y el fin de la historia, ya aprendimos hace mucho tiempo que no hay utopías en el mundo y, sobre todo, que no hay utopías en la política”, cuestiona. “No cargo de demasiada responsabilidad a los votantes. Es entendible que la mayoría de los argentinos votara por Carlos Menen”, cree. “Los argentinos sabían de la corrupción pero juzgaron, en el ‘95, que la estabilidad económica era lo más importante”, se extiende. “En el caso de Cristina Kirchner, los radicales o las fuerzas no peronistas, de nuevo, habían guiado al país a un colapso en 2001, 2002 pero bajo el kirchnerismo, la capital empieza a crecer de nuevo”, analiza. “Gran parte del voto Milei es un voto de cólera, un voto de descontento, un voto que expresa la conducta de “que se vayan todos”, concluye.

El respetado politólogo Steven Levitsky estuvo en La Repregunta. Levitsky es autor, inmediato a Daniel Ziblatt, de Cómo mueren las democracias, un best seller de exploración político traducido ya a veinticinco idiomas. Es profesor e investigador en el ámbito de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard y director del David Rockefeller Center for Latin American Studies, todavía en Harvard. Es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de California. Su trabajo de investigación se enfoca en la democratización y autoritarismos, partidos políticos e instituciones.

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¿Cómo mueren hoy las democracias? ¿Hay cada vez más democracia electoral pero presidentes poco democráticos? ¿Cuánto pesan las crisis sociales y económicas? ¿Se equivocó Francis Fukuyama y su utopía de la democracia tolerante? ¿Milei es un aventura contra la democracia, o lo fue el kirchnerismo? ¿Por qué Massa no podría vencer? Levitsky hizo su exploración.

Aquí, la entrevista completa.

Cómo mueren las democracias se publicó en enero de 2018. Hacía tan pronto como un año que gobernaba Donald Trump en Estados Unidos y en Brasil, Jair Bolsonaro no había sido escogido presidente y su figura todavía no se veía como un aventura electoral; en ese enero de 2018, nadie podía anticipar ese resultado. ¿Cómo ha cambiado su exploración acerca de cómo mueren las democracias a partir de esos casos y del modo en que se desarrolló el gobierno de Trump y de Bolsonaro? ¿Qué aprendieron de los últimos procesos?

-Buenas preguntas. El proceso, el cambio que describimos en Cómo mueren las democracias no empieza con Trump ni con Bolsonaro, sino que es un producto de poco que empezó en los primaveras ´90s y el principio del siglo XXI: el modo de arruinar con la democracia cambió de una forma dramática. En gran parte del siglo XX, el cachete marcial, que lamentablemente la Argentina conoce muy acertadamente, fue la forma más típica de destruir la democracia: un cachete completo, con trabazón y gobierno marcial, que lleva de una democracia a plena dictadura casi de la indeterminación a la mañana. Y eso cambió. En el mundo, todavía hay golpes pero son muy raros, sobre todo en América Latina. Ahora, casi siempre, la homicidio de la democracia es más lenta y es un proceso civil. Son los gobiernos o primer ministros, los presidentes elegidos muchas veces democráticamente los que utilizan las propias instituciones de la democracia para excavar lentamente, debilitar y, a veces, destruir la democracia. Escribimos el ejemplar, sobre todo, porque queríamos advertir a los norteamericanos que esto puede acontecer. Por suerte, los norteamericanos no hemos vivido un proceso de autoritarismo en la vida de todos. Nosotros queríamos describir cómo es el proceso para que los yankees pudieran entender y registrar la amenaza. Resulta que, luego, se convirtió en un proceso global a la región. En Brasil, poco luego de la publicación del ejemplar, surgió Bolsonaro. Pero lo que hemos aprendido, y eso importante para la Argentina, es que la democracia puede resistir la sufragio de un presidente totalitario. Siempre es un aventura para la democracia designar una figura que no está comprometida con la democracia como Trump o Bolsonaro, o como Bukele en El Salvador. Pero hay democracias como Brasil que logran resistirlo. México es otro caso de una democracia que, creo, va a resistir la sufragio y el gobierno de AMLO (NdelE: Andrés Manuel López Taller). Y en la Argentina, se está por ver, pero yo creo que la solidez de la democracia argentina debería ser suficiente como para resistir un gobierno de Milei, si esto ocurre.

ARCHIVO - El expresidente brasileño Jair Bolsonaro
ARCHIVO – El expresidente brasileño Jair Bolsonaro Silvia Izquierdo – AP

-¿Por qué sostener de forma tan elocuente que Donald Trump no es tolerante o que Bolsonaro no lo es? Fueron elegidos por las mayorías o las primeras minorías en sus países. ¿Por qué una sufragio dispensado no es suficiente para determinar a un gobierno como una democracia?

-Donald Trump no fue escogido por la mayoría, sino por una minoría porque, a diferencia de ustedes, nosotros mantenemos el colegio electoral. Pero aunque un gobierno sea escogido por la mayoría, como lo fue Perón en los primaveras ‘40s, eso no dice necesariamente que el nuevo presidente es un demócrata y no garantiza necesariamente la democracia. En todo el mundo y en toda la historia de América Latina, hay figuras que han sido muy populares y que han sido escogido autónomamente y, sin retención, no tienen ningún compromiso con la democracia. Desde temprano, Trump decía públicamente que no iba a aceptar los resultados de una enseñanza. Y en el caso de perder, sabíamos desde el principio que Trump no tenía un compromiso robusto con la democracia. En este caso, la historia nos dio la razón porque una regla cardinal, absolutamente secreto de la democracia, es que hay que aceptar los resultados de las elecciones, vencer o perder. Lo mismo en el caso de Bolsonaro.

-Esa negativa a aceptar el resultado electoral se dio en los intentos de reelección. Pero a lo grande de los de esos cuatro primaveras de gobierno, luego del triunfo electoral y de su modo particular de timonear, ayer de que buscaran la reelección, ¿en qué rasgos de su gobierno se puede proponer que Trump o Bolsonaron fueron antidemocráticos?

-Repito, Donald Trump decía que no iba a aceptar el resultado de la sufragio en la que compitió contra Hillary Clinton si es que perdía. Es proponer, se negaba a aceptar los resultados de la sufragio, que es la regla número uno en cuanto al compromiso con la democracia. La regla número dos es la tolerancia de la violencia: un demócrata, un político comprometido con la democracia rechaza siempre el uso de la violencia en la política. En muchos de sus discursos, no en 2020 o 2021 sino ya en 2016, toleraba y a veces aplaudía el uso de la violencia, otra señal clarísima de determinado que no esté comprometido con la democracia. Bolsonaro, igual: aplaudía abiertamente el régimen marcial, apoyaba en su discurso el uso de la violencia, la tortura, las violaciones a los derechos humanos. Y aunque las instituciones en Brasil se mantuvieron firmes, Bolsonaro intentó revertir los resultados de la sufragio, muy parecido al intento de Trump. En nadie de los dos casos fue un enigma: ellos se proclamaban autoritarios.

“No cargo de demasiada responsabilidad a los votantes. Es entendible que la mayoría de los argentinos votara por Carlos Menen. Los argentinos sabían de la corrupción pero juzgaron, en el ‘95, que la estabilidad económica era lo más importante”

-Usted plantea una examen entre la homicidio súbita de la democracia por un cachete de Estado contra la homicidio lenta, a partir del debilidad de las instituciones democráticas por la voluntad política de un líder poco tolerante. Ahora, si la homicidio de la democracia es escalonado, la pregunta sobre el cómo ya está contestada pero surge otra pregunta sobre cuándo. ¿Cuándo arranca ese proceso de debilidad tolerante? ¿Quién es el responsable? Porque uno de los debates que se dan en la Argentina tiene que ver con eso: buena parte de la clase dirigente y del mundo intelectual ve en Javier Milei un aventura contra la democracia. Ahora, hubo una presidenta saliente como Cristina Kirchner que se negó a participar del traspaso de mando de un gobierno al otro cuando ganó el presidente Mauricio Macri. No registrar los resultados electorales es uno de los cuatro indicadores que ustedes señalan como señales de debilidad de la democracia. ¿El inicio de esta homicidio escalonado de la democracia puede atribuirse al kirchnerismo? ¿La imprudencia es Milei o la imprudencia fue el kirchnerismo? ¿Por qué tener tan claro que Milei es un aventura contra la democracia y no considerar que el kirchnerismo comenzó a construir ese camino escalonado de aventura contra la democracia?

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-Durante todo el período flagrante de la democracia argentina, en los últimos 40 primaveras, muchos argentinos se han preocupado públicamente por los políticos peronistas considerándolos no cien por ciento democráticos, y con cierta razón porque la historia del peronismo, todavía la historia del anti peronismo, fue poco democrática: Perón no fue demócrata; hubo mucha violencia en su gobierno, sobre todo en el segundo gobierno de Perón; el peronismo, como todavía los anti peronistas, habían apoyado golpes militares en el siglo XX. A partir del ´83, la duda sobre el compromiso tolerante estaba ahí. Y los gobiernos peronistas, sobre todo los de Menem y Kirchner no fueron gobiernos suizos, o sea, hubo corrupción y cierta concentración y demasía de poder, pero, dicho eso, durante 40 primaveras, el peronismo en todas sus expresiones nacionales ha jugado internamente de las reglas del pernio tolerante. Siempre ha aceptado la derrota; siempre ha surgido del poder cuando le tocó salir del poder y no violó seriamente, ni mucho menos, los derechos civiles de los periodistas, de los opositores, etcétera. Entonces, es cierto que algunos gobiernos peronistas se han acercado a la vírgula crítica del autoritarismo pero desde el ́ 83 hasta ahora, nadie ha cruzado esa vírgula. En el caso de Milei, no lo sabemos. Milei no es tan abiertamente antidemocrático como Bolsonaro o como Trump, pero hay señales que a mí me preocupan. Me preocupa mucho su selección de candidata a vicepresidenta. Una de las cosas más importantes en cuanto a la democracia que ha ocurrido en la Argentina en los últimos 40 primaveras, es el consenso construido rodeando del “Nunca más”, con el rechazo completo, bajo cualquier circunstancia, de los militares y de los golpes. Y, en el discurso de la candidata a vicepresidente de Milei, que conocí hace unos primaveras en una conferencia, me preocupa mucho. Rompe con este consenso y me parece un paso muy agorero que ella llegue al poder. En el caso de Milei, no sabemos, o yo personalmente no lo sé. Su discurso no es tan abiertamente totalitario como en algunos otros casos, como Bolsonaro.

Javier Milei en campaña
Javier Milei en campaña Luis Robayo – AFP

-Hay un calle cardinal para considerar que hay una sociedad democrática, que son las reglas de la democracia electoral, las reglas para designar presidente, y la acogida de los resultados de una sufragio, se acepta perder o que gane el adversario. Ahora, para considerar la homicidio de la democracia, ¿alcanza con el plano institucional como punto de partida? En la Argentina, está cada vez más claro que desde el regreso a la democracia, se han generado más deudas que soluciones como los niveles de pobreza, de corrupción, de estancamiento y decadencia educativa, la pérdida de trabajo formal, la errata de crecimiento. ¿Las democracias mueren todavía porque no son capaces de satisfacer las micción básicas de las personas?

-La respuesta es sí. El mal rendimiento de los gobiernos democráticos es un factótum. Si los gobiernos democráticos de varios partidos, a través de los primaveras, no gobiernan acertadamente, y no le demuestran a los ciudadanos que están respondiendo a sus demandas y sus micción, la democracia puede debilitarse. Pero es importante separar la democracia de otra cosa como el Estado, la capital y la sociedad.

“Gran parte del voto Milei es un voto de cólera, un voto de descontento, un voto que expresa la conducta de “que se vayan todos”

-¿Cómo es esa separación?

-No hay ninguna respaldo… De hecho, hay mucha evidencia en todo el mundo de que el régimen político no importa demasiado en cuanto al rendimiento financiero y al crecimiento, el PBI, o en cuanto al nivel de inflación, y en cuanto a muchas otras medidas, inclusive la corrupción. Lo más probable históricamente y tomando en cuenta evidencia del resto del mundo, si la Argentina tuviera una dictadura desde hace 40 primaveras, es que estaría peor. Hay muchos problemas con la democracia argentina, muchos problemas con la capital argentina, pero no es falta de la democracia. La democracia es un sistema de reglas que protege a los individuos y que permite una dispensado selección de gobiernos y un proceso de transición de gobierno pacífica e institucional. Ningún otro sistema en el mundo permite que la parentela cambie su gobierno cada cuatro o cinco primaveras. No es más que eso. No es un sistema de producción de mejores políticas económicas y sociales. Pero el punto principal es que los gobiernos autoritarios no rinden mejor; en mucho caso, son peores. Entonces, es cierto, las democracias que no logran sostener altos niveles de crecimiento financiero o que no logran resumir la pobreza suponen un aventura más detención de debilidad o de colapso, pero no me parece que la Argentina esté hoy corriendo ese peligro. La democracia argentina está más robusto que hace 20 primaveras y más robusto que hace 30 primaveras y las instituciones, aunque son más débiles que, por ejemplo, Uruguay o Pimiento, están más fuertes que hace una engendramiento. Es la vieja historia en la Argentina, mala en rendimiento financiero pero la democracia se sostiene, y me parece que eso sigue.

-¿El problema entonces es una especie de utopía engañosa? Estoy pensando en Francis Fukuyama y su idea del fin de la historia y de la democracia tolerante como el sistema más efectivo para resolver las demandas de la sociedad. Esa idea es casi un espejo de la idea de que todavía el dispensado mercado es el sistema más efectivo para resolver los desbalances de la sociedad. ¿Es esa especie de utopía democrática perfecta lo que no se está cumpliendo? ¿Deberíamos corregir, entonces, la definición de democracia como un proceso en marcha y no como un estado permanente al que se llega y que logra todos los balances posibles de una vez y para siempre?

-De acuerdo. Y en la Argentina, no es un problema nuevo: en el `83, Alfonsín nos decía que con la democracia se come, se educa, se cura. Y lamentablemente no es cierto. Yo creo en la democracia, creo que es el mejor sistema que tenemos para gobernarnos, pero no implica todo lo bueno del mundo. La democracia es simplemente un sistema para proteger derechos y decidir gobiernos. No debemos esperar demasiado de la democracia. En cuanto al dispensado mercado y el fin de la historia, ya aprendimos hace mucho tiempo que no hay utopías en el mundo y, sobre todo, que no hay utopías en la política. Y lo del mercado dispensado, no creo que los argentinos estén votando por Milei por su software financiero, pero si lo hacen, bueno, así es la democracia. Y si ganan los intolerante dispensado mercado, pues que intenten timonear. Vamos a ver los resultados

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-El fin de semana pasado, la vicepresidenta Cristina Fernández señaló que el kirchnerismo no había sabido dar debates necesarios, por ejemplo, sobre los paros que afectan a la escuela pública, que hacen que la parentela elija la educación privada. Su conclusión fue que a partir de ese no debate en el kirchnerismo, entraba ahora la deducción de los vouchers vía Milei. Fue una especie de autocrítica al objetivo cámara de eco que generó el kirchnerismo en relación a sus creencias y su imposibilidad de pensar críticamente. Detrás del surgimiento de un Milei, ¿hay poco de responsabilidad de un modo de ver la democracia donde las hegemonías, donde el partido hegemónico silencia la posibilidad de la palabra de los adversarios políticos y de quienes piensan distintos y le quita valía? En definitiva, que Cristina Kirchner no haya querido traspasar el poder a Macri es minimizar la legalidad de esa opción política.

-Sí, todo el mundo sabe que Cristina Kirchner no es la política más tolerante de la historia argentina. No le gusta la crítica. No le gusta mucho la disidencia internamente de su partido. Fue muy lamentable lo que hizo cuando asumió Macri. Pero creo que en los últimos primaveras, en la Argentina, el problema principal no fue que el kirchnerismo fue hegemónico. Siquiera fue tan totalitario. Pero dadas las circunstancias, transmitido el colapso total del radicalismo y la fragmentación por más de una período de las fuerzas de clase media, el kirchnerismo dominó la política entre 2003 y el surgimiento del Pro. Y tuvo la suerte del aumento de precios de los commodities. Entonces, la Argentina creció como lunático en 2006, 2007, 2008 y ganaron la presidencia tres veces sin mucha examen. La abandono de examen seria siempre le hace mal a los gobiernos y a las democracias. Tal como se da en la Argentina, siempre es mejor tener una competencia robusto entre dos o más fuerzas políticas. La abandono de competencia seria por un poco más de una período en la primera período del siglo XXI, le costó a la Argentina porque el kirchnerismo no tuvo que reponer a nadie, aún cuando erraron, no tuvieron que reponer a nadie, no tuvieron que hacer autocrítica, no tuvieran que reflexionar por mucho tiempo. Así terminaron cometiendo muchos errores que le van a costar al partido peronista, al movimiento kirchnerista y, quizás, al país.

-En esa abandono de examen, ¿qué responsabilidad tiene la sociedad, los votantes? ¿Cómo encaja la responsabilidad de la sociedad en su exploración de cómo mueren las democracias? Porque a Menem, los argentinos lo votaron la segunda vez por más del 50 por ciento aún cuando ya estaban todos los hechos de corrupción denunciados. Y a Cristina Kirchner todavía la votó más de la medio de los argentinos cuando ya se sabían las debilidades y los problemas estructurales derivados de su voluntad hegemónica o de corrupción de ese gobierno.

-Yo no cargo de demasiada responsabilidad a los votantes. Es entendible que la mayoría de los argentinos votara por Carlos Menen. En el ‘95, la Argentina todavía tenía, básicamente, un sistema bipartidista: el radicalismo había gobernado y el colapso de la capital fue total en el ‘89 y Menem acabó con la hiperinflación. Los argentinos no son tontos ni son ignorantes: sabían de la corrupción pero juzgaron, en el ‘95, que la estabilidad económica era lo más importante. En el caso de Cristina Kirchner, los radicales o las fuerzas no peronistas, de nuevo, habían guiado al país a un colapso en 2001, 2002. Y puedes o no darles el crédito, pero bajo el kirchnerismo, la capital empieza a crecer de nuevo. Aunque había señales de problemas económicos y de problemas fiscales, en 2011 había señales todavía de que la capital estaba creciendo. Entonces la parentela vota a auspicio de los gobiernos cuando hay crecimiento financiero y estabilidad económica y vota en contra de los gobiernos cuando la situación económica está mal. Me parece racional.

Sergio Massa en el acto de la CGT frente al Congreso
Sergio Massa en el acto de la CGT frente al Congreso Hernan Zenteno – La Nacion

-¿Cómo es que ahora Sergio Massa, que es el candidato del oficialismo y ministro de Crematística de una inflación que va a pasar el 200 por ciento anual, puede tener chances electorales, al menos según los mostraron las PASO en esos tercios imperfectos en que se dividió la sufragio?

-Sería una sorpresa si Massa, siendo representante del oficialismo durante una situación económica como la flagrante, si logra vencer. Si tuviera que colocar 1 peso, probablemente no apostaría por Massa.

-Steve, si desafío 1 peso, es poco.

-Un dólar, digamos. Si Massa apetencia, primero, será una sorpresa. Sería poco casi inédito. Y si apetencia, probablemente sería porque sus rivales fueron positivamente débiles. Podría ser porque parece que Massa y Milei, hoy por hoy, van a segunda reverso. Masa podría utilizar el hecho de que Milei es positivamente un candidato sobrado extremista

-Última cuestión. Usted estableció una separación entre democracia y Estado o capital. Ahora, uno de los exploración muy razonables que se hacen en relación al voto en auspicio de Milei tiene que ver con votantes jóvenes que han escuchado el relato del Estado presente y han recibido algunos beneficios del Estado kirchnerista pero no han podido construir sus propios proyectos vitales. Se sintetiza en el “voto Rappi”, el voto de las repartidores de aplicaciones, eso del cuentapropismo que se apetencia el peso día a día con su propio esfuerzo porque el Estado no le ha cumplido. ¿Los votantes no están votando un plan financiero, como usted plantea, pero sí están votando una concepción de la capital donde el Estado no esté tan presente?

-No sé, no he estudiado la opinión pública como para retener con ese detalle la naturaleza del voto a Milei. Hay algunos que están votando a auspicio de su visión económica y hoy en la Argentina, hay razones como para tener dudas acerca del Estado. Pero me parece que gran parte del voto Milei es un voto de cólera, descontento, un voto que expresa la conducta de “que se vayan todos”. Hemos trillado eso en todas las democracias de América Latina, inclusive todavía en el Meta. La parentela está muy descontenta, con mucha cólera, sobre todo luego de la pandemia, y el oficialismo está perdiendo en todos lados. La última vez que un gobierno oficialista retuvo la presidencia en América Latina en una sufragio dispensado fue en Costa Rica. Hubo más de vigésimo elecciones en toda la región, y todavía en Estados Unidos, en las que el oficialismo pierde. La parentela, y sobre todo, la parentela inexperto está con mucha cólera. Están votando a Milei por el discurso “anti” de Milei y no porque esté ganando votos el discurso libremercadista.

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