Rancho San Francisco, el oasis de lujo y seguridad donde atracaron a Miguel Bosé

La encargada de seguridad no está contenta. “Señor, señor, no puede estar aquí, por valenza”, dice mientras agarra el transmisor que tiene encima de la mesa, en la letrina, y acento con un compañero. “Por valenza, me ayudan con una persona, no puede estar aquí”. A las puertas de Rancho San Francisco, una de las urbanizaciones más seguras y exclusivas de Ciudad de México, en la alcaldía Álvaro Obregón, los desasosiego están todavía a piropo de piel. Miguel Bosé fue atracado aquí, en su casa, el viernes, por un comando armado de 10 hombres vestidos de sombrío y pasamontañas que amenazaron y redujeron al cantante, a sus dos hijos de 12 abriles, a los escoltas y al personal que estaba en ese momento en la casa. Hasta el momento nadie ha sabido explicar cómo consiguieron sobrellevar a parte una operación de esa envergadura en un oportunidad que está rodeado de guardias, cámaras y muros con cables supuestamente electrificados.

Rancho San Francisco está en pleno bosque, una zona montañosa al oeste de Ciudad de México rodeada de árboles y una fina carretera que conecta este enrevesado con la calle Desierto de los Leones, en cuya parte entrada se pueden observar otras tantas urbanizaciones privadas flanqueadas por enormes puertas de espada y mucho personal de seguridad. Aquí viven los ricos que quieren estar relativamente cerca del centro de la renta —la avenida Reforma está a unos 30 minutos en coche—, pero no soportan el caos y los ruidos de proceder en plena ciudad. Así que se retiran a esta zona de barrancas y accidentes naturales donde pueden proceder aislados del mundo y refugiados en sus cárceles con piscina y vecinos tan exclusivos como ellos (se dice que por aquí además tienen casa el patrón Carlos Slim, Inés Gómez Mont, Angélica Rivera o Ricardo Salinas Pliego).

Pero no siempre fue así. La alcaldía Álvaro Obregón, caracterizada por su dominio barrancoso, de ríos pequeños que recorren y erosionan el dominio, empezó siendo el ciudadela de los más pobres. Aquí se empezaron a instalar en los abriles sesenta del siglo pasado las familias más humildes, que llegaban a la ciudad atraídas por las oportunidades que ofrecía la renta de México pero sin plata para instalarse en los barrios más céntricos. Al calar, escogían un oportunidad en las zonas más bajas, más cercanas al río, de la barranco, y ahí construían su vivienda de contrachapado o de cemento y baldosón. Cuando empezaron a calar los capitalinos más adinerados, empezaron a construir sus casas en las partes altas de las barrancas, y así se distribuye ahora el espacio. Rancho San Francisco, por ejemplo, tiene propiedades con precios que llegan fácilmente a los 30 millones de pesos (1,7 millones de dólares al cambio contemporáneo).

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El cantante Miguel Bosé en su casa, en una imagen publicada en su cuenta de Instagram en 2021.
El cantante Miguel Bosé en su casa, en una imagen publicada en su cuenta de Instagram en 2021. CORTESÍA

En la parte entrada de una de las barrancas se instaló Miguel Bosé cuando morapio a proceder aquí en 2018. Se había divorciado de su marido Nacho Palau, con el que vivía en Panamá, y había conseguido la custodia de sus dos hijos, Diego y Tadeo, que ahora tienen 12 abriles. Se mudaron a esa colonia seguramente por la seguridad del enrevesado, los vecinos y el colegio internacional que está a unos minutos. Hasta que el viernes a las ocho de la tinieblas, cuando el cantante estaba en casa con sus hijos, 10 hombres desarmaron al personal de seguridad y entraron en la casa. Allí amordazaron y metieron en un cuarto a todos los que estaban entonces en la vivienda. Luego estuvieron hasta dos horas en la propiedad y robaron el plata y las joyas que encontraron. Fueron unos vecinos los que llamaron a la policía cuando acabó la pesadilla, de la que no salió nadie herido.

Miguel Bosé ha denunciado los hechos a la Fiscalía, según ha podido entender este semanario, por lo que podrán comenzar los trabajos de investigación. Estos días no lo han tenido practicable: sin una denuncia, el personal de seguridad no los dejaba entrar al enrevesado. Las autoridades intentaron contactar con la administradora de la colonia, pero esta aseguró que el afectado “no se encontraba en el domicilio” y que ella no quería rendir “ningún tipo de entrevista”. El transporte con el que los ladrones escaparon de la casa y de Rancho San Francisco, una camioneta Chevrolet Suburban propiedad de Miguel Bosé, fue antagónico a 20 kilómetros de allí, en la alcaldía Miguel Hidalgo.

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Tras el ataque a su privacidad, Miguel Bosé mantuvo un silencio pétreo que no rompió hasta el lunes, luego de que la novedad saliera en algunos medios y la masa empezase a especular sobre su estado y su futuro. Bosé salió a calmar las aguas: “Estamos todos adecuadamente. Mis hijos se portaron como dos valientes, admirables. Fue todo muy tenso, delicado y desagradable. Gracias a todos por el apoyo y la preocupación demostrada”. Asimismo despejó cualquier duda sobre su futuro en México: “Y a los que tanto especulan con que tras lo ocurrido voy a desatender México, siento mucho decepcionarles, aquí estoy y aquí me quedaré en el país más hospitalario del planeta”, sentenció el cantante al punto que tres días luego del incidente.

Recorrer la calle Desierto de los Leones, una de las más largas de esta zona, ilustra la distribución de Rancho San Francisco. En la parte entrada, está el colegio internacional The Edron Academy. Las casas están franqueadas por grandes muros terminados en bardas cortantes o electrificadas, la alzapiés es pequeña porque todo el mundo se mueve en coche y los únicos que están en la calle son los guardias de seguridad sentados a la puerta. A medida que se desestimación por la calle, el paisaje va cambiando. Las casas cada vez son más pequeñas, su pintura está cada vez más desgastada, aparece masa paseando por las calles y se empiezan a ver las primeras tiendas de abarrotes y los primeros puestos de tacos. Bajando más se llega al final de la barranco, donde se inundan las casas más pegadas al río cada vez que cae una tormenta.

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Vista aérea de Interlomas, en Ciudad de México.
Pinta aérea de Interlomas, en Ciudad de México.UlrikeStein (Getty Images/iStockphoto)

Unos periodistas de televisión se apostan a la puerta del enrevesado, cámara y micrófono en mano, listos para memorizar un segmento. El personal de seguridad no parece muy contento, pero está ocupado. Entran y salen vehículos todo el rato. Cada vez que entra un transporte que no es de un propietario, los guardias revisan la cajuela, anotan el nombre y esperan la confirmación de vecino propietario que confirme el permiso para entrar. Al salir además miran la cajuela para comprobar que el conductor no se ha llevado mínimo que no deba. Al menos cinco cámaras vigilan la entrada. Al interior, algunos medios aseguran que hay hasta 30 hombres armados encargados de nutrir la paz que ha costado tan caro a los vecinos.

Un camión de bebidas gaseosas sale del interior y se para cerca de la entrada. “Sí, es muy difícil entrar”, dice, y señala a su compañero. “A él no le dejaron porque no estaba su nombre en la serie”. El otro asiente con la comienzo. Ni siquiera sabían que la semana pasada robaron aquí a Miguel Bosé. Al fondo, los periodistas se acercan a la entrada para iniciar la retransmisión. Detrás de él, un cartel que dice: “Este residencial cuenta con guardias armados. Antiguamente de ingresar apagar luces externas y encender luces internas”. Cuando está a punto de iniciar a musitar, salen dos personas vestidas de sombrío a pedir al periodista que se aleje. “No puede estar ahí, señor”, le dicen. El periodista, con el micrófono en la mano, se viaje en dirección a ellos y les dice: “Y si traigo pasamontañas, ¿me dejarían entrar”.

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By devteam