Otra vez la mentira sobre los años 70

Javier Milei ha introducido una novedad en la candidatura. El país sigue obsesionado con los años 70, desde el surgimiento de los Kirchner hace 20 años. Sin embargo, el enfoque no es buscar la verdad, sino sacar ventaja política, especialmente por parte de aquellos que no corrieron riesgos durante esa época sangrienta. Es sorprendente que en medio de los graves problemas sociales del país (140% de inflación anual, un dólar a 800 pesos, casi la mitad de los argentinos en la pobreza), la clase política pierda el tiempo discutiendo eventos que ocurrieron hace casi 50 años. Los Kirchner falsamente acusaban a sus críticos de ser cómplices de la dictadura y protegían a los verdaderos cómplices que eran amigos o benefactores de ellos. Milei es un reflejo distorsionado de esa infamia: acusa a su competidora Patricia Bullrich de haber sido parte de la agrupación guerrillera Montoneros. Bullrich ya aclaró que su militancia se limitaba a la Juventud Peronista, que en ese momento apoyaba la lucha armada, y que nunca formó parte de los grupos insurgentes. Además, ha expresado fuertes autocríticas, algo inusual en la Argentina, sobre sus posiciones políticas cuando era joven. Es fácilmente comprobable que Bullrich se ha integrado lealmente al sistema democrático en los últimos 40 años desde la restauración del sistema político constitucional. Aún así, es sorprendente que alguien como Milei, que se presenta como el exterminador del kirchnerismo, utilice las mismas tácticas políticas que la facción gobernante en declive. La última acusación de Milei a Bullrich es que ella no solo militó en Montoneros, algo que ningún investigador serio ha confirmado, sino que además colocó bombas en jardines de infantes. El periodista Mariano de Vedia, después de consultar diversas fuentes, ha señalado que no existe información confiable de que las organizaciones armadas de los años 70 hayan colocado explosivos en jardines de infantes. Por lo tanto, se debe enfatizar que un candidato presidencial debe mantener su palabra y decir la verdad. Si un candidato no es sincero, ¿qué podemos esperar de él si llega a la presidencia? Después del kirchnerismo, la violencia de los años 70 requiere un enfoque más objetivo e integral sobre lo que realmente sucedió. Sin embargo, este desafío no se puede resolver con tácticas políticas baratas que se limitan a acusaciones falsas contra los oponentes políticos. Esta tarea es responsabilidad de los historiadores serios, no de los políticos oportunistas

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Es cierto que Milei ha dirigido sus últimos ataques casi exclusivamente hacia Bullrich. Sin embargo, nunca menciona a Sergio Massa ni a Martín Insaurralde, o las 48 tarjetas de débito encontradas en manos de Julio “Chocolate” Rigau, un empleado menor de la Legislatura de la provincia de Buenos Aires que estaba haciendo un uso indebido de grandes sumas de dinero público. El motivo que impulsa a Milei a dirigir su acritud hacia Bullrich es un misterio que nadie puede explicar, a menos que se consulten las encuestas. Resulta que hasta hace poco, Milei y Bullrich mantenían una buena relación personal. He sido testigo de encuentros cordiales entre ellos en estudios de televisión. “Tengo una buena relación con la señora Bullrich, a quien además le tengo aprecio”, solía decir Milei hace no mucho tiempo. Incluso, se dice que Bullrich lo presentaba a Milei ante Mauricio Macri. ¿Qué ha llevado a Milei a sumergirse en el odio actual hacia Bullrich y a repetir información falsa sobre su pasado? Tal vez la respuesta se encuentre en los resultados de algunas encuestas. De acuerdo con estas mediciones, Milei ganará las elecciones del próximo 22 de octubre, pero no con cifras suficientes para convertirse en presidente electo en la primera vuelta. Debería enfrentar una segunda vuelta electoral el 19 de noviembre con el segundo candidato más votado. Aunque la mayoría de las encuestas sitúan a Bullrich en tercer lugar en intención de voto, muy cerca de Sergio Massa, indican que Milei tendría una competencia mucho más reñida en el ballottage si fuera contra Bullrich. Por otro lado, sería más fácil para el libertario enfrentarse a Massa en una eventual segunda vuelta.

El sociólogo y analista de opinión pública Eduardo Fidanza ha señalado que Bullrich tendría que enfrentarse directamente a Milei. Fidanza sostiene que es imposible que Massa se convierta en el próximo presidente de los argentinos, ya que es el ministro de Economía de una de las peores crisis económicas que muchos argentinos recuerdan. Aquellos que vivieron activamente la gran crisis de 2001/2002 podrían decir que la situación actual es la segunda peor experiencia que han enfrentado. En definitiva, la gestión de Massa se sitúa entre la primera o segunda peor crisis económica entre las múltiples que ha sufrido el país. Por otro lado, el kirchnerismo es un partido político sin salvación, al menos desde nuestra perspectiva. La tesis de Fidanza sugiere que Bullrich debe enfrentarse directamente a Milei, ya que los votos que ella pierde van directo al líder libertario, no al kirchnerismo ni a Massa. Según información que ha circulado recientemente, Bullrich comenzó a implementar esta estrategia, aunque también debería enfocarse en las deficiencias éticas de la propuesta de Milei. Por ejemplo, ¿respalda Milei la postura de su candidato a jefe de gobierno de la Ciudad, Ramiro Marra, de que la educación sexual de los niños debería limitarse a ver pornografía? Aunque Marra se retractó de sus declaraciones posteriormente, es importante señalar que las hizo y afirmó que les dice a los niños que vean pornografía. ¿Está Milei de acuerdo con la comparación que su asesor en educación, Martín Krause, hizo entre la Gestapo de Hitler y los desaparecidos durante el último régimen militar? La inapropiada declaración de Krause fue inmediatamente repudiada por Jorge Knoblovits, presidente de la DAIA, la organización judía más importante. Milei afirmó posteriormente que fue “una frase desafortunada” de su asesor, pero que “no entregaría a un hombre intachable”. Si no fuera porque también son una moda en el actual malestar argentino, Milei y sus seguidores deberían estar pagando un alto costo político por tantos errores éticos e intelectuales.

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Entre estos problemas éticos también se encuentra el silencio de la clase política sobre el escandaloso caso de Martín Insaurralde o sobre el escándalo de las tarjetas de débito de Julio “Chocolate” Rigau en La Plata. Hay rumores que circulan entre los peronistas bonaerenses que sugieren que las grabaciones que capturan a Insaurralde y a su novia, Sofía Clerici, en un costoso viaje por la costa española fueron realizadas por algún sector de los servicios de inteligencia. Se dice que este viaje tuvo lugar el año pasado y que Insaurralde sabía que en algún momento se revelaría públicamente. Supongamos que fue una conspiración. ¿Eso absuelve al poderoso ex Jefe de Gabinete del gobierno bonaerense de los derroches de dinero, rodeado de artículos de lujo mientras navega en un yate también lujoso? La primera pregunta que debemos hacernos es si el hombre que aparece en los videos del teléfono celular de Sofía Clerici es Insaurralde y la respuesta es sí, es él. La segunda pregunta es si el funcionario que renunció a sus cargos y candidaturas después de que se hiciera público el escándalo es Insaurralde, y nuevamente la respuesta es sí, es él. No hay justificación entonces. Las operaciones de inteligencia o los comportamientos deshonestos de los adversarios políticos siempre han existido; el problema surge cuando estas operaciones se llevan a cabo contra personas que caen fácilmente en las trampas políticas.

El silencio de la clase política sobre estos escándalos (con algunas excepciones como la protagonizada por Bullrich en el debate presidencial o la de Mauricio Macri desde Miami) fue duramente criticado ayer por el Club Político Argentino, presidido honorariamente por Graciela Fernández Meijide. La crítica se centra, sobre todo, en el silencio de los opositores al peronismo. Vale la pena destacar el párrafo final de la declaración: “Hace 23 años estalló el escándalo de las ‘coimas del Senado’, supuestamente pagadas por el gobierno de la Alianza -constituida por dos fuerzas políticas muy críticas de la corrupción menemista- y cobradas por varios senadores peronistas. Poco después, ese gobierno colapsó, la UCR y el Frepaso fueron electoralmente devastados y la política enfrentó su peor crisis de legitimidad. El peronismo, en cambio, salió ileso, recuperando la presidencia a fines de 2001 y conservándola hasta 2015. Las fuerzas que dicen oponerse a la corrupción kirchnerista tienen mucho que aprender de esa historia“. Estas palabras resaltan que si existe algún tipo de compromiso de silencio entre las diferentes fuerzas políticas, los partidos o coaliciones no peronistas, especialmente Juntos por el Cambio, deberían olvidarse de ese tipo de acuerdos. La sociedad argentina tiene una tolerancia moral y ética hacia el peronismo que no se aplica al resto de la política. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué es injusto? La queja está prohibida en la vida pública. Las cosas son como son y no como muchos desearían que fueran.

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