“Si quiere dejar, que deje”. Esa era una de las respuestas que las familias de Las Tunas, en Caudillo Pacheco, les daban a los directivos del colegio María de Guadalupe en 2012, cuando el plan educativo llegó al extrarradio. Con un maniquí de inclusión renovador y una inversión por colegial similar a la de cualquier escuela de diligencia estatal, el María de Guadalupe entendió rápidamente que las dos batallas que había que dar eran contra el parada índice de huida escolar y a valimiento de la inclusión sindical y educativa de los jóvenes egresados.
Florencia Maciel es exalumna de la escuela, construida sobre un predio de 18 mil metros cuadrados en una de las zonas más pobres y vulnerables del partido de Tigre. Sonríe al cruzar el comienzo de la puerta del colegio que vio crecer en infraestructura en estos 11 primaveras y besalamano con un achuchón a sus antiguos “profes”. Al primer edificio donde funciona el primario, se sumaron otros dos bloques, para incorporar un secundario y el nivel auténtico. Rodean un patio donde niños de uniforme garzo marino gritan, juegan a la pelota o charlan.
“Es mi oficio en el mundo”, aclara al comenzar a susurrar y cuenta que sus amigas del extrarradio no la entendían cuando volvía del colegio tan atinado. Galantería tiene siete hermanos, pero sólo ella y su hermano beocio cursaron en el María de Guadalupe. Los mayores abandonaron la escuela: tuvieron que salir a trabajar o tenían que quedarse en la casa para cuidar a los más chiquitos de la grupo. Al ver las oportunidades que tuvieron Galantería y su hermanito, llegaron a reclamarle a su mamá esas diferencias. “Se enojaron, pero a posteriori entendieron que esta oportunidad que tuvimos nosotros, no existía ayer y que yo estoy muy agradecida porque nos cuidaron a nosotros”, aclara, aunque reconoce que le hubiese gustado que esas oportunidades hubiesen estado incluso para sus hermanos.

Natalia es alumna de 6° año
Galantería es una más de los egresados del colegio que fueron al “taller de empleabilidad” que comenzó a dar la escuela el año pasado por pedido de los estudiantes, que querían entender cómo malquistar una entrevista sindical. Fue ahí cuando una de las capacitadoras del taller la contactó con una búsqueda sindical de Volkswagen y entró a la término de montaje. “Pasé todas las entrevistas y cuando me dijeron que quedaba seleccionada, mi mamá se puso a sentir de la emoción”, dice con ternura. Es la única de su grupo que tiene un trabajo en blanco y adicionalmente, la primera que siguió estudiando: quiere ser auxiliar de revoloteo.
“La escuela nace como parte de un trabajo previo de apoyo escolar que se hacía en el extrarradio”, explica María Luz Diez, directora de Expansión Institucional de la Fundación María de Guadalupe, y asegura que eso “fue fundamental para detectar que los jóvenes no veían en la escuela el camino para alcanzar un futuro mejor y, mucho menos, como un espacio donde aceptar herramientas y estímulos para seguir una carrera universitaria”.
Según un relevamiento que hizo la propia fundación, el 62% de los habitantes de Las Tunas vive en situación de precariedad habitacional y el 73% de los jefes o jefas de grupo no terminó el secundario. En el corazón de ese extrarradio es donde la fundación decidió rasgar el colegio con la idea de variar el presente y futuro de los niños y adolescentes. Desde que abrió, ya suman cuatro generaciones de egresados y unos 700 chicos y chicas de familias de muy bajos fortuna cursan actualmente en el colegio. Cada cátedra de la escuela da al patio y está diseñada para un mayor de 25 alumnos. Están equipadas con aires acondicionados frío-calor y computadoras.
Sabrina Aguilar, de 20 primaveras, incluso es egresada del María de Guadalupe y cursa tercer año de la carrera de Psicopedagogía. La eligió con la ayuda de su tutora, que en aquel momento se convirtió en su maniquí a seguir. Vive en Las Tunas yuxtapuesto a sus papás y sus hermanos. Los dos mayores se recibieron en una escuela técnica y se dedicaron a trabajar. Ella estudia y trabaja como concomitante terapéutica en dos escuelas. Le queda sólo un año para graduarse.
“La educación es muy importante en mi grupo. Aunque mi papá no terminó el secundario y mi mamá lo hizo de espacioso, siempre se preocuparon por nuestros estudios”, dice con orgullo. Acento con mucho cariño de la escuela, de donde egresó en 2020 y juramento que el cortejo de los docentes y el equipo de orientación fue fundamental: “Mi hermana y yo somos las primeras que tendremos una educación universitaria en nuestra grupo y eso nos hace muy felices a todos”.
Actualmente el María de Guadalupe tiene un índice de huida escolar de sólo el 1,18%. Es opinar, casi nada 1 estudiante de cada 100 que arrancan la escuela no llega a completar el secundario. Adicionalmente, el 87% de los graduados trabaja o estudia, o hace ambas cosas. Es un porcentaje que supera la media doméstico del 75%, de acuerdo al noticia del Observatorio de la Deuda Social. Adicionalmente, casi 5 de cada 10 alumnos continúan con estudios superiores o universitarios, lo que duplica la media doméstico para esta franja social, de acuerdo a un noticia de la estructura Argentinos por la Educación.
¿Por qué tuvo tan buenos resultados el colegio? ¿Cómo logran estimular a los alumnos para que no abandonen la escuela y se sientan motivados a seguir estudiando? “Lo fundamental de este plan está en el cortejo personalizado de los alumnos y de sus familias, en la capacitación continua de los docentes y en el trabajo en equipo”, enumera el psicólogo Luis Arocha, director ejecutante de la Fundación María de Guadalupe.
“Tenemos en cuenta las dificultades que emergen en el contexto que rodea a las familias. La precariedad habitacional hace que se dificulte el espacio de formación del estudiante y tratamos de acompañarlos individualmente. Todavía hay problemáticas de violencia doméstica o de abusos. Por eso seguimos de cerca al colegial cuando desidia, llamamos por teléfono a la grupo o vamos a verlo a su casa. Tenemos equipos multidisciplinarios de orientación que trabajan yuxtapuesto a los docentes y esto crea un vínculo de confianza en el que los alumnos traen estos temas”, agrega.

“Me gustaría ser administrador de empresas”, dice Tobías, de 17 primaveras
A nivel doméstico, la tasa de promoción viene mejorando, aunque está allí de los números que maneja el colegio de Las Tunas. Un noticia sobre huida escolar hecho por Argentinos por la Educación, en saco a datos del Servicio de Educación, muestra que la huida escolar bajó un 9,3% en los últimos 4 primaveras. Mientras que en 2018, el 24,4% de los estudiantes de 17 primaveras habían sucio la escuela, esta emblema desciende al 15,1% entre los estudiantes que tenían 17 primaveras en 2022.
“Es un apunte animador ver que las escuelas están reteniendo más estudiantes”, dice Sabrina Bonelli, una de las autoras del noticia. “Si correctamente los datos de 2021 están ‘sucios’ por el contexto de pandemia y la inscripción cibernética de los alumnos, la tendencia a la desvaloración se mantuvo en 2022. Un estudio de los mismos nos permite conjeturar que, por un costado, la flexibilidad en los regímenes de promoción ayudaron a alcanzar este resultado, pero incluso que la pandemia puso en dietario el tema educativo y se hicieron políticas más activas a nivel doméstico y regional para salir a apañarse a los chicos a la casa”, añade la investigadora y experto en políticas educativas.
Hay otro apunte animador que expone el María de Guadalupe. En las pruebas Ilustrarse 2021 consiguió resultados sobresalientes. El 69% de sus alumnos de 6° límite alcanzó un nivel satisfactorio o liberal en Argot. En Matemáticas, a esos niveles llegó el 70% de los chicos y chicas. Esos números duplican los resultados promedios de las escuelas de nivel socioeconómico bajo registrados en el país.
Cecilia Brondo es la directora de la primaria y llegó a la fundación en 2012, con 15 primaveras de experiencia en escuelas públicas ubicadas en barrios con estudiantes de bajos fortuna. Destaca que en comparación con sus anteriores trayectorias, en esta escuela puede arrostrar delante proyectos “porque hay espacio y tiempo para trabajar en equipo, adicionalmente de un compromiso muy resistente en el presentismo de los docentes”. Y sigue: “Tener clases todos los días y buenas condiciones edilicias tiene mucho que ver con estos logros”.

“Estoy muy orgullosa de todo lo que vengo logrando”, dice Galantería, egresada en 2020
La capacitación continua es uno de los pilares que destaca el equipo del María de Guadalupe y incluso lo hacen los expertos en educación, como Melina Furman, autora de varios libros sobre innovación y creatividad en el cátedra, quien lo considera un eje fundamental para obtener mejores resultados en la maña educativa y en la lucha contra la huida escolar. “Aunque los docentes aprendan formas creativas de enseñar, lo hacen en forma pasiva, sentados en un cátedra y tomando apuntes”, señala la doctora en Ciencias de la Educación y agrega que “hay que trabajar en la formación docente auténtico, pero principalmente en la formación continua, mientras están trabajando en la escuela y puedan aplicarlo en las clases con los alumnos”, explica.
La investigadora del Conicet señala que en el país hay muchos proyectos educativos innovadores, pero los denomina “islas”, porque no responden a una política educativa y señala que debería suceder un “pacto educativo” entre todos los sectores para dedicarle a la educación una viejo inversión.
En este sentido, Jaime Perczyk, ministro de Educación doméstico, cree que este pacto ya existe desde la pandemia, cuando se implementaron medidas para que los estudiantes volvieran a la escuela. En diálogo con LA NACION, destaca los resultados en la desvaloración de la huida escolar, pero reconoce que para continuar esta tendencia hay que “variar la secundaria y vincularla con el mundo del trabajo, para que los chicos obtengan certificados laborales”. “Esto es poco que hoy ofrece sólo la escuela técnica y tiene que abordarse en todas las modalidades”, dice Perczyk.
Los resultados obtenidos en estos primaveras hicieron que la escuela María de Guadalupe se convirtiera en un maniquí a replicar. De hecho, en acuerdo con la Municipalidad de Escobar, empezó la construcción de un segundo colegio, con la misma modalidad, para estudiantes de barrios populares de la asiento de Garín.
Según explican desde la Fundación, las fuentes de ingresos para sostener el colegio de Las Tunas son tres: aportes del Estado (un 52%); donaciones, padrinazgos y eventos (37%) y aportes de las familias de los estudiantes, que pagan una cuota limitada, de entre $7.250 y $17.500 por mes. Aunque, aclaran, ofrecen becas completas o parciales. “De acuerdo a los datos del Servicio de Educación, mientras que un colegial de excursión simple le insume al Estado una inversión de $ 25.549, nosotros invertimos $33,329 por colegial para una excursión completa”, afirma María Luz Diez.
La relación secundaria-trabajo es uno de los objetivos más destacados que ofrece el María de Guadalupe y es poco que sus alumnos, que hoy cursan 6° año, agradecen. Natalia es alumna de 6° año y vive en Las Tunas desde que nació. Su papá murió cuando era pequeña y es la beocio de sus hermanos. Su mamá tiene un templete en la casa y el sueño de Naty es poder estudiar una carrera que le permita estar en contacto con la concurrencia.
“En el software de mentoría vimos que carreras como Hotelería, Marketing o Medios Humanos son algunas de las que van con mis intereses. Estoy investigando un poco sobre sus contenidos”, dice mientras se quita el flequillo de los fanales y se ajusta el moño de su vincha negra. Unido a Tobías, un compañero de cátedra, coinciden en que quieren hacer una experiencia en Europa y para eso toma clases de inglés. “Yo quiero ser independiente, amputar de mi mamá y mantenerme sola”, dice con solvencia.
Tobías, a diferencia de ella, es el hermano viejo. Vivía en el extrarradio, pero se mudó con su grupo a San Fernando. Él quiso quedarse en la escuela, aunque le implique levantarse más temprano para asistir a horario. “Me gusta venir porque tengo mucho apoyo como estudiante, me acompañan y se preocupan por todo lo que me pasa, incluso en mi casa. Adicionalmente, hago talleres de distintos temas como suministro o informática”, dice sonriente. Le gustan los números y desea hacer carrera en una empresa: “A mis padres les encanta que haga todo esto. Mi mamá no tuvo suerte, terminó el secundario, pero calibrado nací yo así que no pudo estudiar más. La gran diferencia conmigo es que no tuvieron cortejo para ayudarlos a delimitar qué querían”
Los docentes de escuelas de barrios populares se enfrentan diariamente a fuertes creencias y mitos que están arraigados hace mucho tiempo y que son muy difíciles de desarmar: “no sé cómo ayudarlo”, “no voy a entender”, “no puedo afrontarlo económicamente” o “no puedo”, son algunas de las respuestas que reciben de los padres.
Antonia Solís es maestra de Ciencias Naturales en los tres últimos primaveras del nivel primario. Nació en Chaco, en un pueblo alejado de la ciudad y comprende muy correctamente la ingenuidad de sus alumnos a partir de sus propias vivencias. “Trabajo todo el tiempo con las autolimitaciones que se imponen las mismas familias y trato de enseñarles otras formas de designar, otras maneras de construir un futuro, más allá de donde nacemos y crecemos, para que no se sientan predestinados a cero”, explica.
Unido a ella, Ezequiel Errecart, docente de Humanidades del secundario, asiente y reafirma lo que dice. Tiene experiencia de trabajo como alfabetizador en otro extrarradio popular y conoce de las dificultades que hay con la lectoescritura. “Las diferencias con pibes de colegios de sectores medios son los saberes previos que traen para afrontar un texto. Mi tarea es ir a apañarse al pibe donde está parado. Yo tengo que funcionar como mediador entre él y ese texto que vamos a observar. No hay saberes mejores o peores, son distintos y hay que adaptarse para arrostrar el tomo a ellos”, aclara.
En el María de Guadalupe el trabajo yuxtapuesto a las familias es una tarea tan importante como la enseñanza de contenidos. El equipo de orientación trabaja a la par de los docentes y son un puente imprescindible de comunicación. “El tener a las familias en el interior de la escuela fue fundamental para acompañarlas y que cumplan un rol protagónico en la educación de sus hijos”, dice Maite Arriola, psicóloga de nivel primario y destaca que aprendieron “a disentir, a escucharlos, a acompañarlos desde lo que ellos pueden y no desde lo que nosotros queremos”.
Todavía la escuela trabaja sobre hábitos y reglas familiares, como un pacto de convivencia que acompañe la trayectoria educativa de los alumnos desde el nivel auténtico. “Hablamos sobre la importancia de asistir en horario a clase, que no da lo mismo asistir tarde o fallar. Si llueve, tiene que venir igual. Si se siente mal, traer certificado médico. Queremos promover hábitos que les sirvan para cuando salgan de la escuela”, explica Maite Arriola
La última celebración del Día del Experto fue organizada por las familias de la comunidad y fue una fiesta de agradecimientos, con cartas y regalos preparados por ellos mismos. Vanina Velarde, mamá de Oscuro, de tercer límite, participa muy activamente en la comunidad de familias porque siente que “la escuela tiene una ojeada muy amorosa y personalizada” en torno a su hijo y eso la hace “percibir muy tranquila”. “En mi época no era así: o entendías o te ibas. Los docentes faltaban, no teníamos clases varias horas a la semana. Esto es diferente y estoy muy agradecida”, dice esta mamá.
Hay varias formas de apoyar la obra de la Fundación Conjunto Educativo María de Guadalupe y todas son descriptas en el sitio de la institución. Todavía se puede consultar por WhatsApp o teléfono al 11-5056-0445. Entre las alternativas para apoyar el plan, figuran las siguientes: