Hay que saber cómo llegar, pero igual de importante es saber cuándo irse. Maxi Iglesias (Madrid, 32 años) es experto en soltar una oportunidad y agarrar la siguiente. Abandonó la exitosa serie “Física o química” (2008-2011) en su apogeo y desde entonces no ha dejado de marcharse de diferentes proyectos: en 2011, dejó “Los protegidos” (2010-2012) para participar en “Mira quién baila” de Univisión; abandonó “Velvet” (2014-2016) en 2015 para estudiar en Nueva York; se despidió de “Desaparecidos” (2020-) después de la primera temporada por lealtad a la productora original. En cambio, no se fue de “Valeria” (2020-2023), que estrenó su tercera y última temporada en junio pasado; en realidad, llegó en el momento justo: el actor original había grabado varias escenas cuando Netflix decidió reemplazarlo. Maxi actuó rápidamente y aprovechó la oportunidad. Ahora siente que es el momento de asumir personajes más maduros.
Iglesias mira su reloj TAG Heuer para comprobar la hora literal. Ahora es la imagen de la marca suiza de relojes, aunque su primer reloj, al igual que la mayoría de los niños de su generación, era un Casio. “Y yo me jactaba porque mi reloj tenía luz, al igual que mis zapatillas”, recuerda. Sin embargo, no era uno de los relojes de caucho negro, sino uno de adulto, con correa plateada. Siempre ha sido un niño-adulto.
Creció sin padre ni hermanos. Solo tenía a su madre. Pasar tanto tiempo solo le enseñó a ser observador. “Me gustaba observar a los otros niños”, dice. “Quería saber quién era confiable y quién no lo era. También hablaba mucho con los adultos, siempre he estado rodeado de adultos”. Para él, los relojes cuentan una historia. Por ejemplo, la historia de su padre, quien murió cuando él tenía seis años. “Él coleccionaba relojes. Los guardaba en un estuche precioso que me encantaba abrir y mirar. Ahora, de adulto, yo también tengo un estuche como el de mi padre y colecciono relojes, porque cada uno me recuerda a una época, a la persona que me lo regaló o al viaje en el que lo compré”.
No le preguntamos qué tipo de reloj llevaba cuando era adolescente, porque ser adolescente ya es lo suficientemente difícil para todos, especialmente si te llamas Maximiliano Teodoro. “Por supuesto que había burlas en el colegio. Pero mi madre siempre me explicó que me puso ese nombre porque no quería que fuera como los demás niños. En mi clase había cuatro Sergios, tres Davides… Ahora tienes la agenda del móvil llena de nombres como Pablo fisio o Ángel profe. Todo el mundo me tiene guardado como Maxi. Pero sí, en el colegio me llamaban Maxibon”, se molesta, como si tener un apodo como el de un helado que es delicioso y le gusta a todo el mundo fuera algo malo. “No, no iba llorando a mi madre por eso como ‘mamá, me están molestando’. Luego, cuando se estrenó Gladiator [cuya estrella, como dijo Russell Crowe en su famoso discurso, se llamaba Máximo Décimo Meridio], todo cambió. Ser llamado como un héroe es mejor que ser llamado como un helado”. Gladiator, por cierto, es una de sus películas favoritas junto con Big Fish y Titanic.
Maxi Iglesias desmiente el cliché del artista incomprendido y marginado en su infancia. “Yo no era un niño raro, es solo que tenía curiosidad por cosas diferentes a las de los demás niños. Pero también jugaba al fútbol”, señala. Su sueño inevitable de niño era convertirse en futbolista y llegó a jugar en varios equipos federados. Aunque la vida (y su rostro) lo han llevado por el camino del espectáculo, sigue siendo un ferviente seguidor del Atlético de Madrid. En cualquier caso, Iglesias es ese actor atípico que admite haber sido popular en el instituto. Llegó a tener tres novias al mismo tiempo. “En el colegio era tan conocido que una discoteca ‘light’ me propuso ser relaciones públicas. Cada fin de semana repartía volantes con mi firma entre la gente del colegio, los del equipo de fútbol, los del campamento…”.
Meses después, su firma se revalorizó considerablemente: Iglesias tenía 17 años cuando se convirtió en el chico de moda gracias a “Física o química” y a su personaje de Cabano, el chico malo de la escuela (todo lo malo que puede ser un personaje en una serie adolescente de Antena 3 en 2008). Llegaron las portadas de revistas, las fans gritando por la calle, la carrera paralela como DJ (con el nombre artístico DJ Max) y la angustia por la fama masiva y repentina. Vivió el mayor éxito de su vida poco después de comenzar a vivirla. Incluso llegó a sentirse culpable por recibir tanta atención. “Me sentía un poco mal por mis compañeros”, dice ahora. “Porque veía que algunos medían su éxito en portadas y yo conseguía más que ellos. Estaba dispuesto a dárselas, yo no las quería, pero quería ser actor y sabía que en ese momento salir en portadas podría ayudar a mi carrera”.

El cambio de milenio fue la década en la que España descubrió el potencial de la objetificación masculina. Las revistas para adolescentes mostraban a los actores de televisión en todas las posiciones posibles para mostrar sus abdominales. En 2009, la revista Bravo lamentaba en su portada: “Maxi condenado por tener un cuerpo 10, ¡solo le dan papeles de guapo!”. El título de “chico de moda” pasaba de torso en torso: Hugo Silva, Mario Casas, Miguel Ángel Silvestre, Fran Perea, Yon González, Miguel Ángel Muñoz, Antonio Hortelano. A todos ellos los une el hecho de haber sido un experimento piloto para despertar el deseo en España. ¿Han hablado entre ellos sobre el tema alguna vez? “No directamente, porque creo que es un tema muy delicado para discutir en eventos. Pero a muchos de los que mencionaste, les he invitado a tener esa conversación, del tipo: ‘Oye, ¿por qué no nos encontramos, por qué no nos juntamos para hablar como una terapia en grupo?’. Sin ningún ego ni intención de competir. Compartamos nuestras experiencias, porque sí que nos han sucedido cosas muy extraordinarias”, dice.
Hasta que llegue el momento de celebrar esa reunión de iconos eróticos generacionales, Maxi Iglesias tiene una peculiaridad en comparación con sus compañeros: es el que menos ha intentado alejarse del papel de galán. “Es que alguien tiene que hacerlo”, argumenta. “Ya tendré tiempo para cambiarme el cabello o hacer una película en la que pese 120 kilos”. La primera película que vio solo fue “La playa” (2000) y quedó fascinado por la versatilidad de Leonardo DiCaprio. “Ahora veo a Brendan Fraser, quien físicamente se transforma en ‘La ballena’ y gana un Oscar, ¿pero a qué edad? [A los 54]. Veo a Matthew McConaughey, quien protagonizó las comedias románticas más vistas durante años, pero a los 42 años hace ‘Mud’, ‘True Detective’ y ‘Dallas Buyers Club’ y gana un Oscar y las cosas cambian”. No es una cifra estimada: McConaughey dio ese giro en su carrera y en su imagen de galán exactamente a los 42 años. Maxi conoce la cifra. Ha hecho sus cálculos. “A la audiencia le gusto y me asocian con ciertos tipos de personajes. Ahora, con ‘Los artistas’ (una serie de la escritora María Dueñas para VIX+, la plataforma de streaming de TelevisaUnivision) he probado la comedia y me dicen que me desenvuelvo muy bien, que tengo el ritmo, pero hasta ahora nadie me había dado la oportunidad de hacerlo”.
Mucha gente piensa que Maxi Iglesias es un creído. Él lo sabe porque se lo dicen después de conocerlo. “Es clásico que en las fiestas de fin de rodaje varios miembros del equipo se me acerquen para decirme cuánto los he sorprendido y que esperaban otra cosa de mí. No me importa. Me gusta sorprender”, dice. En realidad, todo se debe al efecto Cabano, el chico engreído oficial de la televisión española en los años 2000. Por eso decidió hacer su propio camino.
Tenía 19 años cuando dijo: “Mi trasero ya se ha visto mucho”. Además de los desnudos de Cabano (cuya trama en la tercera temporada consistía en que hacía películas porno en internet para ganar dinero), Iglesias apareció desnudo en “Mentiras y gordas” (2009) y se enfrentó al dilema de seguir explotando su atractivo físico, lo cual le costaba mucho trabajo, o ponerse ropa y correr el riesgo de no recibir llamadas de trabajo. “En ese momento, no se hablaba de objetificación. Soy el primero en pedir que si estoy en una escena de cama no se me exija que me ponga los calzoncillos de inmediato, tal vez los calzoncillos estén en la cocina. Pero en esa época, llegó un momento en el que había que enseñar simplemente porque sí. Y no es necesario enseñar el trasero todo el tiempo”.
Mientras estudiaba inglés en Nueva York, Mario Casas visitó el Festival de Tribeca con su primer gran proyecto dramático, “Grupo 7” (2012). Maxi asistió a la proyección y entendió lo que hacía falta: que le dieran el papel adecuado para arriesgarse como actor. Aún no ha llegado ese momento. Pero él no pierde la esperanza: el emoji que más usa en WhatsApp es el pulgar hacia arriba. Sin embargo, reconoce que su físico le ha dado más de lo que le ha quitado. “Tengo que aprovecharlo”, ha declarado. “Si tuviera la cabeza de un químico, trataría de aprovecharlo de la misma manera”.
Después de una temporada en “Los protegidos”, en 2012 se fue a participar en “Mira quién baila”. Muchos consideraron que esta decisión vulgarizaba su imagen, pero él sigue encontrando beneficio en aquella extravagancia. “Fue una decisión arriesgada, más que rara. Aquí hubo gente que no lo entendió y me criticó, pero era un programa en la cadena hispana más importante de EE. UU. Abrí mercado, la cadena me ofreció otro programa [fui jurado en Nuestra belleza latina], luego la competencia Telemundo me ofreció una serie y el año pasado mi compañera Kate del Castillo, bendita sea, me propuso volver a trabajar juntos en Volver a caer, una serie mexicana basada en Anna Karenina pero ambientada en la actualidad [disponible en España en Movistar Plus+]”. Durante su participación en “Mira quién baila”, donde fue presentado como “el galán torero matacorazones”, ABC le ofreció participar en la versión estadounidense del programa. Pero lo rechazó. “Era demasiado baile”.
A Iglesias no le importó ofrecerse a los productores de “Valeria”, algo que muchos compañeros jamás harían. “En esta profesión, si te ofreces, parece que estás regalado. Vamos, que Maxi está de rebajas. Tan pronto como se anunció la serie, comencé a leer el libro y supe que el personaje me iba muy bien porque entendía perfectamente lo que le estaba pasando”, explica sobre Víctor, un hombre guapo, exitoso e inalcanzable que siente que nadie lo toma en serio. Netflix le agradeció su interés, pero querían a un actor latinoamericano, una estrategia común de las plataformas para abrirse camino en varios países a la vez. Cuando el actor argentino elegido ya había grabado varias escenas, la productora entró en pánico y le preguntó a Maxi si todavía estaba interesado. Estaba disponible al día siguiente.
No tiene planes a corto plazo, pero no parece haber motivo para preocuparse: es, desde hace 15 años, la mitad de su vida, uno de los actores más famosos de España. Lo que podría cambiar es la forma en que el público lo ve. ¿Qué le gustaría que los lectores de esta entrevista supieran? “Que creen una plataforma o envíen un mensaje pidiendo que se me dé la oportunidad de interpretar un personaje dramático o en un thriller. Con más peso. Que envíen cartas a la redacción expresando su apoyo a la idea.” Por si alguien está interesado: cartasdirectora@elpais.es
Realización: Fátima Monjas. Asistente de fotografía: Marcos Jiménez. Asistente de estilismo: Julieta Sartor. Maquillaje y peluquería: Ricardo Calero.
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