Para los aventureros, no hay ideas locas. Y mucho menos imposibles. Todo surge como un deseo de alejarse de lo establecido, de trazar nuevos caminos y crear rutas. La mayoría de las personas no habría ideado este plan dada las difíciles condiciones climáticas en El Chaltén que afectaron a Joaquín, Facundo Pessacg, Eduardo Raemdonck y Diego Meier.
En lugar de buscar refugio en una cálida casa con calefacción y un baño caliente frente a la lluvia y las inclemencias climáticas de la montaña, este grupo de amigos decidieron planificar una travesía en esquíes por las montañas que conectan San Martín de los Andes con Villa La Angostura, conocida como la Ruta de los Siete Lagos. Imaginaron un recorrido de 120 km en nueve días, una travesía que llamaron “7 Lagos y 14 montañas”. La idea surgió durante una conversación en una carpa en El Chaltén que Diego describe como “alocada”. Recuerda: “Estábamos mirando Google Earth… y alguien dijo: ¿y si vamos desde San Martín hasta La Angostura con esquíes? ¿Se podrá?”.
Poco a poco, la “idea loca” se fue concretando. En cada reunión, el tema volvía una y otra vez. Joaquín explica: “El valle por donde pasa la Ruta de los Siete Lagos está rodeado de cordones montañosos, algunos de los cerros tienen senderos, pero no es lo común. Decidimos atravesarlo. Nadie lo había hecho, es una travesía inédita”.
¿Por qué decidieron hacerlo en invierno en lugar de en verano, cuando sería más fácil? Diego responde entre risas: “Decidimos hacerlo en invierno para agregarle un poco de picante”. Utilizaron esquíes especiales que les permitían caminar sobre la nieve. Joaquín explica: “Es como si tuvieras un metro ochenta de pie, entonces no te hundes tanto en la nieve y puedes caminar relativamente fácil”.
El 17 de agosto, este grupo de amigos se adentró en las montañas nevadas. Los paisajes que iban encontrando confirmaban su decisión de embarcarse en esta peligrosa travesía. Cuentan que veían paredones y lugares en los que les encantaría quedarse una semana para explorar y escalar. También se encontraron con paisajes que ya habían visto muchas veces, pero que parecían nuevos desde esa perspectiva.
El terreno era irregular, por lo que tenían que tomar decisiones constantemente. Además, las condiciones climáticas eran difíciles, con nubes, viento, lluvia y nieve que dificultaban la visibilidad. “A veces no veíamos a 10 metros”, dice Joaquín.
Tenían que atravesar bosques, subir y bajar montañas, cruzar arroyos y regresar al valle. “A veces tomábamos un sendero entre las cañas pensando que podríamos bajar, pero nos encontrábamos con un precipicio, así que teníamos que volver a subir”, cuenta Joaquín. Por lo general, caminaban por los filos durante el día y bajaban al valle por la tarde para dormir en un lugar más protegido y recargar agua en los arroyos.
Sin embargo, uno de los días despertaron con muy poca visibilidad. Joaquín explica: “No podíamos ver a diez metros; en un momento pensamos que habíamos encontrado un lugar seguro, pero había una avalancha terrible. Nos fuimos hacia otra cañada y también había una avalancha”. También hubo momentos en los que se perdieron y tuvieron que retroceder. “Ese día fue complicado, hasta que logramos subir a un filo y seguir desde arriba”, agrega Diego. “Además, hubo un día en el que Juan fue llevado por una avalancha en un lugar inusual, en el bosque. Afortunadamente, no le pasó nada grave, solo algunos golpes”, dice Joaquín.
Diego reconoce que la montaña crea un vínculo especial entre las personas. “Siempre dependes de tu compañero y la vida de él depende de ti, eso genera una hermandad que en la montaña se conoce como ‘acordada'”, revela. ¿Qué buscan estos amigos en la montaña? Joaquín responde sin dudarlo: “Un desafío y la oportunidad de conocer paisajes que de otra manera sería imposible conocer”. También valoran la camaradería del grupo y la capacidad de compartir tantas experiencias sin que resulte agotador. Para Diego, la experiencia de estar en la montaña es como estar en un tiempo y espacio diferente. “Sé a lo que me estoy enfrentando y lo vivo al máximo. Esa sensación se mantiene durante toda la travesía. Después cuesta volver a la realidad, es como tener un jet lag. Te sientes completamente integrado con el entorno, en ese momento no existe nada más”, revela.
Además de la aventura, cuidar el medio ambiente fue un elemento clave en esta travesía. “Nos propusimos una travesía en la que solo quedaran las huellas de los esquíes en la nieve, que se borrarían en la próxima nevada”, explica Diego. “Creemos que esta es una forma de practicar montañismo que implica más esfuerzo porque tienes que llevarte todo contigo”, agrega Joaquín.
Para este grupo de amigos, transmitir este mensaje es una forma de darle un sello distintivo a su “locura” y destacar la importancia de disfrutar de la naturaleza y estar en contacto con ella. Quieren difundir su amor por la tierra y preservar estos paisajes para las generaciones futuras. “Cuando llegas a estos lugares, sientes que eres el primero. Están conservados y son hermosos, y hacerlo de esta manera es la forma de preservarlos para aquellos que vendrán en el futuro”, concluyen.