Las tres razones por las que Israel enfrenta la mayor amenaza desde su creación hace 75 años

TEL AVIV.- La familia me advirtió antaño de venir a Tel Aviv hace unos días que el Israel del 7 de octubre es un Israel en el que nunca había estado. Tenían razón. Es un motivo en el que los israelíes nunca han vivido antaño, una nación que los generales nunca han tenido que proteger antaño, un amigo que Estados Unidos nunca ha tenido que defender antaño –desde luego, no con la emergencia y la determinación que llevarían a un presidente de Estados Unidos a estallar hasta allá y animar a toda la nación.

Posteriormente de recorrer por Israel y Cisjordania, ahora entiendo por qué han cambiado tantas cosas. Para mí está claro como el agua que Israel corre un peligro verdadero, más peligro que en ningún otro momento desde su conflicto de independencia en 1948. Y es por tres razones esencia:

En primer motivo, Israel se enfrenta a amenazas de un conjunto de enemigos que combinan cosmovisiones teocráticas medievales con armamento del siglo XXI –y ya no están organizados como pequeñas bandas de milicianos, sino como ejércitos modernos con brigadas, batallones, capacidades cibernéticas, cohetes de dispendioso magnitud, aviones no tripulados y apoyo técnico. Me refiero a Hamas, Hezbollah, las milicias islámicas de Irak y los hutíes de Yemen, apoyados por Irán, y ahora incluso por Vladimir Putin, que abraza abiertamente a Hamas. Estos enemigos han estado ahí desde hace mucho tiempo, pero todos ellos parecieran aflorar juntos como dragones durante este conflicto, amenazando a Israel con una conflicto de 360 grados a la vez.

Se levanta humo durante los enfrentamientos entre militares israelíes y palestinos en el campo de refugiados de Jenin, en Cisjordania, el 9 de noviembre de 2023.

¿Cómo vive una democracia moderna con análogo amenaza? Esta es exactamente la pregunta que estas fuerzas demoníacas querían inculcar en la mente de cada israelí. No buscan un compromiso territorial con el Estado tacaño. Su objetivo es derrumbar la confianza de los israelíes en que sus servicios de defensa e inteligencia pueden protegerlos de ataques sorpresa a través de sus fronteras, para que los israelíes, primero, se alejen de las regiones fronterizas y, a posteriori, se marchen completamente del país.

Estoy sorprendido de cuántos israelíes sienten ahora este peligro personalmente, vivan donde vivan, empezando por una amiga que vive en Jerusalén y me cuenta que ella y su marido acaban de obtener licencias de armas para tener pistolas en casa. Nadie va a secuestrar a sus hijos y llevárselos a un túnel. Hamas, por desgracia, ha metido el miedo en muchísimas cabezas israelíes remotamente de la frontera de Lazo.

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El segundo peligro que veo es que la única forma concebible de que Israel pueda producir la licitud, los bienes, el tiempo y los aliados necesarios para librar una conflicto tan difícil con tantos enemigos es si cuenta con socios inquebrantables en el extranjero. El presidente Joe Biden, de forma proporcionado heroica, ha estado intentando ayudar a Israel con su objetivo inmediato y lícito de desmantelar el régimen terrorista mesiánico de Hamas, que es una amenaza tanto para el futuro de Israel como para los palestinos que anhelan un Estado propio curioso en la Franja de Lazo o Cisjordania.

Pero la conflicto de Israel contra Hamas en Lazo conlleva combates urbanos, casa por casa, que causan miles de víctimas civiles —hombres, mujeres y niños inocentes– entre los que Hamas se incrustó deliberadamente para mover a Israel a tener que matar a esos inocentes con el fin de matar a los dirigentes de Hamas y provenir sus kilómetros de túneles de ataque.

Pero Biden sólo puede producir de forma sostenible el apoyo que Israel necesita si Israel está dispuesto a participar en algún tipo de iniciativa diplomática de conflicto dirigida a los palestinos en Cisjordania –y con suerte en una Lazo post-Hamas– que indique que Israel discutirá algún tipo de decisión de dos Estados si los funcionarios palestinos consiguen igualar y poner en orden su casa política.

Esto me lleva directamente a mi tercera y profunda preocupación. Israel tiene el peor dirigente de su historia, quizá de toda la historia fréjol, que no tiene voluntad ni capacidad para arrostrar a límite una iniciativa de este tipo.

Manifestantes queman un cartel del presidente estadounidense Joe Biden y del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu durante una concentración en Calcuta, India, 1 de noviembre de 2023.

Peor aún, estoy atónito frente a el escalón en que ese líder, el primer ministro Benjamin Netanyahu, sigue anteponiendo los intereses de proseguir el apoyo de su colchoneta de extrema derecha –y culpar preventivamente a los servicios de seguridad e inteligencia de Israel por la conflicto– a proseguir la solidaridad franquista o hacer algunas de las cosas básicas que Biden necesita para conseguir para Israel los bienes, aliados, tiempo y licitud que necesita para derrotar a Hamas.

Biden no puede ayudar a Israel a construir una coalición de socios estadounidenses, europeos y árabes moderados para derrotar a Hamas si el mensaje de Netanyahu al mundo sigue siendo, en impresión: “Ayúdennos a derrotar a Hamas en Lazo, mientras nosotros trabajamos para ampliar los asentamientos, anexionarnos Cisjordania y construir allí un Estado supremacista tacaño”.

Profundicemos en estos peligros.

El pasado sábado por la tinieblas, un comandante retirado del ejército israelí pasó por mi hotel en Tel Aviv para compartir su perspectiva sobre la conflicto. Le llevé a la sala ejecutiva del tierra 18 para nuestra charla y cuando entramos en el montacargas para subir, nos encontramos con una grupo de cuatro miembros: dos padres, un chiquillo pequeño y un bebé en un cochecito. El universal israelí les preguntó de dónde eran. “Kiryat Shmona”, respondió el padre.

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Al salir, bromeé con el universal diciéndole que podía prescindir de su sesión informativa. Bastaron 18 pisos y esas dos palabras –“Kiryat Shmona”– para describir el nuevo y perversamente enrevesado dilema decisivo de Israel creado por el ataque sorpresa de Hamas del 7 de octubre.

Kiryat Shmona es una de las ciudades israelíes más importantes de la frontera con Líbano. Ese padre explicó que su grupo había huido de la linde de la valla meta con miles de otras familias israelíes a posteriori de que la milicia proiraní Hezbollah y las milicias palestinas del sur de Líbano empezaran a exhalar cohetes y artillería y a hacer incursiones en solidaridad con Hamas.

Soldados israelíes llegan a un simulacro en los Altos del Golán anexionados el 9 de noviembre de 2023, en medio de crecientes tensiones transfronterizas entre Hezbollah e Israel.

¿Cuándo podrían retornar? No tienen ni idea. Como más de 200.000 israelíes, se han refugiado con amigos o en hoteles por todo este pequeño país de nueve millones de habitantes. Y sólo han hecho descuido unas pocas semanas para que los israelíes empiecen a comprar inmuebles en ciudades del centro de Israel aparentemente más seguras. Para Hezbollah, eso ya es comisión cumplida, sin siquiera invadir como Hamas.

El radiante alboroto del 7 de octubre en el que murieron unos 1400 soldados y civiles no sólo ha endurecido los corazones israelíes con destino a el sufrimiento de los civiles de Lazo. Asimismo ha infligido un profundo sentimiento de humillación y error al ejército israelí y al establishment de defensa, por ocurrir fracasado en su comisión más básica de proteger las fronteras del país.

Como resultado, en el ejército existe la convicción de que deben demostrar a todo el vecindario –a Hezbollah en Líbano, a los hutíes en Yemen, a las milicias islámicas en Irak, a Hamas y a otros combatientes en Cisjordania– que no se detendrán frente a nadie para restablecer la seguridad de sus fronteras. Aunque el ejército insiste en que se atiene a las leyes de la conflicto, quiere demostrar que nadie puede ser más psicótico que Israel, aunque los militares israelíes tengan que desafiar a Estados Unidos y aunque no tengan ningún plan sólido para regentar Lazo a la mañana próximo de la conflicto.

A primera hora de la mañana del 29 de octubre, cuando el ejército israelí acababa de entrar en Lazo, Netanyahu tuiteó y luego borró una publicación en las redes sociales en la que culpaba a la defensa y a los servicios de inteligencia israelíes de no ocurrir previsto el ataque sorpresa de Hamas. (De algún modo, Netanyahu olvidó cuántas veces los líderes militares y de inteligencia israelíes le habían despabilado de que su ocurrencia totalmente innecesario contra el sistema procesal del país estaba fracturando al ejército y todos los enemigos de Israel se estaban dando cuenta de su vulnerabilidad).

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Tras ser vapuleado por la opinión pública por apuñalar digitalmente por la espalda a sus jefes del ejército y de los servicios de inteligencia en plena conflicto, Netanyahu publicó un nuevo tuit. “Me equivoqué”, escribió, añadiendo que “las cosas que dije tras la rueda de prensa no deberían haberse dicho, y pido disculpas por ello. Apoyo plenamente a los jefes de los servicios de seguridad [de Israel]”.

Pero el daño ya estaba hecho. ¿Cuánto supones que confían esos jefes militares en lo que dirá Netanyahu si la campaña de Lazo se estanca? ¿Qué líder de verdad se comportaría así al aparición de una conflicto de supervivencia?

No me andaré con rodeos, porque la hora es oscura e Israel, como ya he dicho, está en peligro verdadero. Netanyahu y sus fanáticos ultraderechistas han llevado a Israel por múltiples derroteros en el postrer año: dividiendo al país y al ejército por la fraudulenta reforma procesal, llevando a la bancarrota su futuro con inversiones masivas en escuelas religiosas que no enseñan matemáticas y en asentamientos judíos de Cisjordania que no enseñan pluralismo –mientras fortalecen a Hamas, que nunca sería un socio para la paz, y derriban a la Autoridad Palestina, el único socio posible para la paz.

Cuanto antaño sustituya Israel a Netanyahu y a sus aliados de extrema derecha por un seguro gobierno de dispositivo franquista de centro-izquierda/centro-derecha, más posibilidades tendrá de mantenerse unido durante lo que va a ser una conflicto infernal y sus secuelas. Y habrá más posibilidades de que Biden –que puede estar por debajo en las encuestas en Estados Unidos, pero que podría ser seleccionado aquí en una vencimiento arrollador por la empatía y la firmeza que mostró en el momento de escazes de Israel– no haya conexo su credibilidad y la nuestra a un Israel de Netanyahu que nunca será capaz de ayudarnos plenamente a ayudarlo.

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By devteam