“No me importa dónde estés, a medio kilómetro de distancia o del otro banda del mundo. Siempre estarás conmigo y siempre serás mi hermano”. En el momento exacto en que Dominic Toretto termina de decirle eso al Brian O’Conner de Paul Walker al final de Rápidos y Furiosos 7, el silencio sepulcral de la sala se rompió en mil pedazos.
El ruido del sorber de los mocos dejó en claro que, en ese instante, la traidor vergüenza de gemir entre amigos, frente a una hija, frente a un padre, frente a un desconocido, se había quebrado. Los fans de la clan sabían que era la última vez que verían a Paul Walker, su ídolo, en el cine, ya que era la primera película de la franquicia estrenada tras su homicidio.
Ni James Dean, ni Grace Kelly tuvieron una despedida cinematográfica como la de Walker. Rebosante de de popularidad, en comunidad. A sus 40 abriles, como ningún otro actor en la Historia, fue velado en las salas de cine del mundo.
Walker, quien hoy hubiese cumplido 50 abriles, falleció el 30 de noviembre de 2013 a causa de un azar automovilístico. Estas fueron sus últimas horas.
Las últimas horas de Paul Walker
Era sábado por la mañana; Paul estaba en su casa de Los Ángeles seguramente desde septiembre. Un video suyo desde el aeropuerto, compartido por TMZ como “El postrero video de Paul Walker”, lo comprobaría meses a posteriori.
Vivía las primeras semanas de sus esplendorosos 40. Descansaba conexo a su comunidad de los intensos meses de grabaciones de Rápidos y furiosos; gozaba del éxito de taquilla de la sexta de la clan y se preparaba para nacer a promocionar Horas desesperadas, su próxima película fuera de la franquicia.
Él, su causa Cheryl y su hija quinceañera Meadow empezaban a festejar en comunidad el Día de obra de gracias. El cuarto jueves del mes, es sostener cuarenta y ocho horas antes, Paul les había deseado a sus seguidores de Twitter una buena festividad.
Sin retención, el foco de la conversación deudo estaba puesto en la próxima Navidad. El trío no podía arriesgarse qué árbol comprar. Y nunca lo haría, porque en plena discusión a Paul le llegó un mensaje de texto que, minutos más tarde, cambiaría el curso de su vida y las de los suyos.
-“¡Todopoderoso mío, se supone que debo estar en un lado!”, exclamó el actor a posteriori de acertar el mensaje, e inmediatamente salió corriendo con destino a un taller para autos de stop rendimiento que compartía con su amigo, el salvadoreño Roger Rodas, en el suburbio valenciano de Santa Clarita.

Walker se había olvidado de que allí, en el taller, se llevaría a punta un acto de su propia ordenamiento benéfica al que mucha multitud asistiría para ayudar a los niños filipinos afectados por el tifón Haiyan (en 2010, a posteriori de un delirio a Haití, Paul había sido testificador de los destrozos de un terremoto y, en consecuencia, creado conexo a sus amigos la Reach Out Worldwide, una ordenamiento en beneficio de las víctimas de desastres naturales).
El evento fue un éxito. Reach Out Worldwide recibió cientos de juguetes y muchos amigos de Paul, como el patrón Bill Townsend y Jim Thorp, compartieron buenos momentos con él.
Walker y sus allegados tuvieron extensas charlas de autos y observaron juntos los coches de reincorporación escala que el actor y Rodas alojaban en su taller.

No podía evitarlo: todo lo que tuviera en cuatro ruedas acaparaba su atención y lo ponía eficaz. Y así, experimentando esa sensación, estuvo durante todo el acto. Vivió un gran mediodía abrumado por el apoyo que recibió de los suyos.
Con el acto a punto de terminar y algunos asistentes retornando a sus hogares, Walker notó que su amigo Rodas estaba intentando, no sin dificultades, estacionar en un estacionamiento un Porsche Carrera GT rojo maniquí 2005. Y, al recapacitar que no había experimentado nunca esa nave, no se pudo contener.
-“Ey, vamos a dar una dorso”, le dijo Paul a Rodas. El otro, tan fanático de los coches como él, accedió.
Uno y otro se dirigieron con destino a la popular curva de drifting de un parque de oficinas del suburbio que estaba a cientos de metros del taller. Eran más o menos las 3.25 PM. Mientras tanto, en el taller la fiesta seguía en su etapa crepuscular.

Unos minutos a posteriori de que Rodas y Walker salieran a dar una dorso, Holmes, el amigo de Paul, oyó desde el taller un raro estruendo.
Determinado, de repente, entró al lado y alertó sobre un coche incendiado cerca de allí, provocando que todos corrieran, agarraran algunos matafuegos y se subieran a sus coches para, de ser necesario, socorrer a quienes tuvieran que socorrer.
Cuando los amigos de Paul, los comerciantes y la policía de la zona llegaron al sitio de donde había provenido el sonido, el panorama era desolador: en el costado de la calle había una confusa e irrefrenable fantasía de fuego cuyas llamas alcanzaban los seis metros de prestigio.
La mayoría no sabía qué ni quiénes se hallaban interiormente de la gran fogata. A medida que crecían las sospechas de lo peor, Thorp, el amigo de Paul, intentó avanzar, pero un sheriff lo detuvo.

Algunos lograron sortear a la policía e intentaron meter sus manos entre las llamas para tratar de sacar a quienes estuvieran interiormente, pero el fuego hacía todo inasequible.
El hijo pequeño de Rodas, que estaba entre los testigos, se asomó y confirmó lo que nadie se atrevía a confirmar: era el Porsche de su papá.
Allí, en medio de la fantasía de fuego, yacían los restos de Walker y Rodas.

¿Cómo murió Paul Walker?
Rodas, que manejaba el coche y, al igual que Walker, tenía puesto el cinturón de seguridad, había perdido el control del transporte. Nadie había bebido ni consumido drogas.
Según los abogados de Walker, el coche, que tenía los neumáticos desgastados, iba entre 101 y 114 kilómetros por hora, información que coincidió con la del Unidad del Sheriff del condado de Los Ángeles.

El Porsche, en un suceso que aún no encontró una explicación clara, había girado parcialmente con destino a el sureste y chocado contra un guardarraíl de cemento.
El toque desvió el coche haciendo que el banda del conductor chocara contra un árbol y, luego, con destino a un poste de luz. Por el impacto, el coche giró 180 grados y continuó viajando, pero en dirección este. Ahí fue cuando el banda de Walker impactó contra otro árbol y el transporte se fundió con las llamas.
Rodas falleció a causa del impacto. Perdió la vida rápidamente por un traumatismo persuasivo severo en la cabecera, el cuello y el pecho.

Walker, si aceptablemente sufrió fracturas en la mandíbula izquierda, la clavícula, la pelvis, las costillas y la columna, sobrevivió al choque. El actor, atrapado por el cinturón de seguridad, murió por el fuego.
Dos abriles a posteriori, Meadow, la hija de Paul, demandó a Porsche por negligencia. Ella y su abogado culparon del azar a los defectos de diseño del coche. Lo consideraban un coche peligroso que no era para la calle.
Porsche, en su defensa, dijo que Rodas conducía a 150 km por hora. La marca argumentó que el coche había sido “abusado y modificado” por modificaciones imprevisibles.

En 2017, Meadow y Porsche llegaron a un acuerdo, manteniendo los términos confidenciales.
Horas a posteriori del azar, la prensa intentó conseguir las palabras de la veterano cantidad de testigos del hecho y conocidos de Walker. Muchos hablaron en el momento con los medios locales, pero la gran mayoría se expresó en notas futuras o en redes sociales.
A Thorp, el amigo de Walker que el día del azar quiso cruzar la barrera del sheriff, cuando el New York Daily News le preguntó por su amigo no le salió otra cosa que referenciar la extraña conexión entre Walker y la clan que lo hizo afamado: “Es extraño. Hizo sus películas. Vivió su vida y hoy murió rápido y furioso”.

Fuentes: Documental “Soy Paul Walker” vía People; Santa Clarita Valley Signal; TMZ; QEPD Paul Walker Facebook; Mirror; New York Daily News; E! Noticiario.