Robin Williams era uno de los más importantes actores de Hollywood. Un perito de la comedia pero que además sabía desplegar todo su talento en personajes dramáticos. Con estas virtudes y muchos éxitos en su deber, parecía que su carrera actoral no tenía límites, pero el 14 de agosto de 2014, a la vida de 63 primaveras, el cautivador protagonista de Patchs Adams se suicidó y el mundo sereno lloró su asesinato.
Tras ese trágico suceso, mucho se habló sobre el por qué de la determinación que había tomado el comediante y se señalaron como posibles desencadenantes de su asesinato una musculoso depresión e, incluso, un posible retorno del comediante a viejas adicciones. Pero poco tiempo a posteriori, la necropsia que se le hizo a Williams ayudó a despejar, y mucho, el ocultación de su asesinato.
Sucedió que, en vida, al actor le habían diagnosticado Mal de Parkinson. Pero en verdad, él padecía otra enfermedad neurodegenerativa señal Demencia con cuerpos de Dewy (LDB) que convirtió los últimos tiempos de su vida en un serio calvario.
Actualmente, tanto la viuda de Robin Williams, Susan Schneider, como uno de sus hijos, Zak, se propusieron desmentir aquellas falsas especulaciones sobre la asesinato del actor y, a la vez, alertar sobre la enfermedad poco conocida que padeció. Ellos contaron que el comediante llegó a sufrir pérdidas de memoria, paranoias, ataques de ansiedad y otras alteraciones sin que lamentablemente pudieran tener el dictamen certero de qué era lo que le pasaba.
Zak Williams, hijo del actor campeón del Oscar por En rebusca del destino, aseguró que el error en el dictamen de la enfermedad de su padre lo dejó “muy incómodo y frustrado” en los que serían sus últimos primaveras.
Al comediante le aseguraron dos primaveras ayer de su asesinato que padecía Mal de Parkinson, un trastorno cerebral que provoca movimientos involuntarios que no puede controlar, que pueden ser tembolres, rigidez o dificultades con el permanencia y la coordinación.
“Lo que le estaba pasando a mi papá no coincidía exactamente con las experiencias de muchos pacientes de Parkinson. Así que creo que eso fue difícil para él”, contó el hijo del actor en el podcast The Genius Life, con el periodista especializado en ciencia y lozanía Max Lugavere.
“Hubo un problema de enfoque que lo frustró, hubo problemas asociados con cómo se sentía y además desde una perspectiva neurológica, no se sentía muy proporcionadamente. Estaba muy incómodo”, añadió el tierno y aseguró que los errores en la información médica y fármacos incorrectos suministrados al comediante pudieron deber “exacerbado la situación”.
La enfermedad mental que en realidad padecía Williams además obstruía sus capacidades de memoria y su característica repentización como actor improvisador, y esto además agravaba sus crisis. Es que el actor no podía soportar que su vanguardia le fallara y no lo podía soportar.
En el documental sobre los últimos primaveras de Robin Williams –El deso de Robin-, su esposa Susan relata lo que le ocurrió cuando estaba filmando la tercera entrega de Una perplejidad en el museo, la película en la que el actor interpretaba al presidente estadounidense Teodoro Roosevelt.
“Me llamó Robin y no podía calmarse. Estaba atravesando un ataque de pánico porque no podía rememorar unas líneas de su guión. A veces le costaba rememorar una partidura de diálogo. Ese no era un problema que tuviera ayer, que era una persona con la mente más ágil que podías conocer y por eso esta situación debe deber sido muy perturbadora para él”, expresó la viuda.
En una entrevista que dio al medio britano The Guardian, la mujer de Williams señaló qué respondió cuando, tras la necropsia, le dijeron la verdadero enfermedad que había sufrido su cónyuge. “Tras realizarle la necropsia los médicos me dijeron: ‘¿Le sorprende que su cónyuge tuviera cuerpos de Lewy en todo su cerebro y en el tronco cerebral?’. Yo no sabía qué eran los cuerpos de Lewy, pero dije: ‘No, no me sorprende’. El hecho de que poco se hubiera infiltrado en cada parte del cerebro de mi marido daba sentido a su comportamiento”, dijo la mujer.
La demencia con cuerpos de Lewy es una enfermedad neurodegenerativa, la segunda más popular a posteriori del Alzheimer. Según la página de la clínica Mayo, en la LDB se desarrollan depósitos de proteínas denominados ‘cuerpos de Lewy’ en las células nerviosas del cerebro. Los depósitos de proteínas afectan a regiones cerebrales que intervienen en el pensamiento, la memoria y el movimiento. Ello puede gestar alucinaciones, trastornos de los movimientos, problemas de sueño, apatía y depresión.
Una característica importante de esta enfermedad es que solamente puede diagnosticarse de guisa certera y definitiva una vez que el paciente muere. Entonces es cuando se pueden identificar los cuerpos de Lewy, que se presentan como puntos oscuros en las neuronas.
Susan explica que los problemas de Williams comenzaron por dolores de estómago, a posteriori sus manos temblaban y más tarde fue atacado por un terrible insomnio. Y luego, sobrevino una ansiedad creciente. “Era muy extraño que Robin fuera tan paranoico. El problema de la enfermedad que padecía es que los síntomas no aparecen todos a la vez, sino que van cambiando. Por eso es tan confuso para el paciente y el cuidador”, dijo Susan.
La viuda del protagonista de Papá por siempre sostuvo que quiso difundir cómo había sido el proceso de la enfermedad de su marido para transmitírselo al mundo y ayudar a entender de qué se trataba. “Si mi marido no fuera popular, no pasaría por todo esto, pero aún hay muchos malentendidos sobre su asesinato y sobre los cuerpos de Lewy, y creo que esto es lo correcto”, dijo la mujer a The Guardian.
Así es que muchos de los síntomas que padecía el actor no se relacionaban con el Parkinson que le habían diagnosticado y una semana ayer de internarse en un centro de pruebas neurocognitivs, Robin Williams tomó la drástica intrepidez de quitarse la vida. “Creo que no quería ir. Creo que pensó: ‘Me van a encerrar y no voy a salir nunca’”, reveló Susan, que volvió a aclarar que la asesinato de su cónyuge no tenía cero que ver con sus adicciones pasadas: “Robin llevaba ocho primaveras desinteresado y sobrio cuando falleció”.
LA NACION