– Son raros ustedes, eh.
A sus 96 abriles, tras casi un año de desaparición, la reina de la televisión argentina volvió al horario astral. Mirtha Legrand tenía una primicia. Sentados en su mesa del sábado por la oscuridad estaban por primera vez juntos en manifiesto Javier Milei, el furioso candidato de ultraderecha que coquetea con la presidencia, y la que desde finales de agosto dice ser su novia, la danzante y comediante Fátima Flórez. Los escuchó durante 40 minutos: a ella promocionar sus próximos espectáculos y sobre la pareja con la que había cortado a principios de año; a él despellejar a los “políticos corruptos”, tirar los cubiertos mientras maldecía al Estado, y contarle que no estaba despeinado, que lo peinaba “la mano invisible del mercado”. “Destruir el porción central no es mi única obsesión”, dijo Milei con los luceros puestos en su novia, y mientras los novios se dedicaban corazones con las manos, Legrand tuvo que decirlo de nuevo: “Son distintos a los demás. Raros”.
– ¡Somos tal para cual! –se dijeron de la mano– ¡Ha sido un sensibilidad conocerte!
A Javier Milei, que se impuso como protegido en las primarias de agosto y contra quien el resto de los candidatos retraso durar a una segunda reverso tras las elecciones del próximo domingo, le faltaba un medio ambiente esencial para graduarse de presidenciable argentino: una pareja. Y la encontró, según los dos han mostrado en casi nada un puñado de muy mediáticas apariciones públicas, en la comediante que se alzó a la éxito como imitadora de su enemiga pública, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Legrand, siempre inimputable, le preguntó a Milei si se había casado antaño, si pensaba tener hijos, y en presencia de las negativas lo lapidó: “Ah, sos virginal”. “De himeneo”, replicó él. Legrand llegaba con la carta de que los enamorados se habían conocido en uno de sus programas, y le pidió a Flórez que volviera a imitar a la expresidenta en la mesa. “Yo, sentarme con este señor… no”, procedió con la voz que la hizo famosa. “Te voy a sacar del poder… ¡te voy a dejar sin poder!”, le gruñó Milei del otro banda de la mesa con una sonrisita. Las redes sociales no dejaron sobrevenir los chiste sobre sombríos juegos de rol. Y si pocos se creían el romance, esta semana las principales voces de la prensa rosa se unieron para rechazarlo: “Parece muy ficticio”, “no les creo cero”, “habría un arreglo”. Un canal incluso consultó con un práctico en idioma corporal, que dijo: “No son pareja. No tienen empatía afectiva”.
Había espacio para la duda. Durante todos sus abriles como invitado televisivo, Milei alimentó un perfil de economista de entidad furibundo, que quería recortar el desembolso manifiesto mientras pegaba “patadas en el culo” a los políticos. Y fue tan popular que terminó pasando de las tertulias políticas a los programas de mediodía y los de la cómicos. Allí, le gustaba presumir de ser “anárquico todavía en lo cultural”, de rebotar el himeneo como un “arreglo” que “encadenaba”, y de tener “ejércitos de celosas” detrás de sus relaciones abiertas. El Milei de su prehistoria presumía de ser profesor de sexo tántrico, y contaba que tenía apodos como “cooperación mala” porque “eyaculaba cada tres meses”.
La campaña presidencial apagó esas risas. En un país de primeras damas fuertes, donde Eva Perón se convirtió en símbolo de la clase obrera, Cristina Kirchner terminó presidiendo más que su marido, o las clases altas perdieron el aliento con el estilo de Juliana Awada, esposa del expresidente Mauricio Macri, un candidato solo que arrasaba hacía ruido. A Milei solo se le conocía otra novia, una cantante de cumbia con la que estuvo en pareja en la cúspide de su carrera televisiva en 2019, pero los grandes amores de su vida fueron sus cinco perros y su hermana. Los medios le han preguntado más de una vez por quién sería su primera dama, y Karina Milei es la apuntada. “Es la persona que mejor me conoce. Yo creo que jugaría el rol de primera dama”, dijo una vez. “Uno siempre tiene que tener cualquiera a quien reporta. Yo reporto a mi hermana”.
En su medra en las encuestas, Milei se volvió conservador. Mientras sus seguidores desencantados con la política aplaudían sus llamados a mosquear el porción central, el anárquico ha asumido discursos que reivindican la dictadura marcial, se oponen a la educación sexual en las escuelas y niegan derechos a las mujeres como el engendro o la igualdad salarial. A las últimas encuestas, que lo mantienen como líder con un pequeño ganancia, no parece importarles: Milei mantiene el primer tercio para las elecciones del 22 de octubre con una posible segunda reverso el 19 de noviembre.
Fátima Flórez, intérprete de 42 abriles asidua de los espectáculos de baños en temporada de verano, siquiera parece haberle sumado a su imagen. Los medios dudan de la relación, y los seguidores de Milei, tropel de redes sociales que arropan a cada nuevo personaje de su partido como un ídolo, casi nada la mencionan. Poco chirría: Flórez alcanzó la cúspide de su éxito imitando a Cristina Kirchner en los programas que le hacían de competición durante su Gobierno, pero su afinidad ideológica con Milei parece durar hasta ahí. En la entrevista con Mirtha Legrand, Flórez contó que se formó como danzante gracias a una subsidio en Cuba, y en otra entrevista de 2018 señalaba como una “desatiendo de civilización” desmentir los 30.000 desaparecidos de la dictadura marcial, que Milei negó abiertamente en el debate presidencial del pasado 2 de octubre. Pero su carrera televisiva ha vuelto a desgajar, y mientras vuelve a los programas de anciano audiencia, Milei corre la última milla de la campaña. Este fin de semana cerrará campaña en Buenos Aires tras darse un baño de masas en la provincia norteña de Salta. En la caravana de este viernes, adjunto a sus candidatos locales, a su banda solo estaba su hermana.
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