Es de Ucrania y sus padres le dijeron que era su única opción: “Peleé y logré mi bienestar presente”

El 29 de enero de 1996, Tetyana Barsukova voló desde Ucrania a Buenos Aires, Argentina. El viaje fue largo e inolvidable, con escalas en Moscú y la isla de Sal en Cabo Verde antes de aterrizar en el Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, que pronto conoció como “Ezeiza”.

En Rusia, sintió el golpe de un frío de 25 grados bajo cero en su rostro, mientras que en el sur del mundo, el calor abrasador de 40 grados la abrumó. Pero el calor sofocante no fue lo único que le molestó. Tetyana se sentía atrapada por el temor después de dejar atrás su querida ciudad natal, Ternopil.

Su tía la recibió con una gran sonrisa y durante el viaje al centro de su nueva ciudad, Tetyana solo podía contemplar las casas, todas una al lado de la otra, desde la ventana. De inmediato, sintió nostalgia por su pueblo, por el bosque a cien metros de su hogar, el río y las frutas en el camino.

“No me gusta Buenos Aires”, declaró después de algunas semanas. “Hace demasiado calor y hay demasiada gente extraña que constantemente me da besos y me invita a comer carne”.

“Demasiado calor, demasiada gente extraña, que una y otra vez me dan besos y me invitan a comer carne”, pensó Tetyana al llegar a Buenos Aires.

En Ternopil, en el suroeste de Ucrania y cerca de la frontera con Polonia, Tetyana tuvo una infancia feliz en una de las tres provincias que conservaba el idioma ucraniano a pesar de estar bajo el dominio de la URSS. Creció rodeada de amigos, bosques y praderas durante los últimos años de la Unión Soviética, pero cuando llegó a la adolescencia, todo cambió. La independencia de Ucrania trajo consigo una inestabilidad económica que Tetyana y su familia intentaron superar.

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Se graduó de la universidad como profesora de inglés y educación física. Durante doce años, compitió en esquí de fondo a nivel nacional y sin duda, los idiomas y el deporte eran sus pasiones. Después de obtener sus títulos, decidió realizar un posgrado, pero se encontró con la corrupción en el ámbito universitario en Ucrania. “La corrupción en Ucrania fue una razón para buscar un cambio”, asegura.

Tetyana (en el medio) siempre disfrutó del aire libre y el deporte.

Después de trabajar tres meses en una escuela, se encontró con una situación política y económica que solo empeoraba y la institución dejó de pagarle. Decidió entonces trabajar en un jardín de infantes privado para poder cubrir sus gastos y los viajes a la escuela donde nunca recibió su sueldo.

“Hay corrupción en Ucrania y fue un motivo para buscar el cambio”, asegura. (Foto: Tetyana en la fila de abajo, con libreta roja)

Tetyana decidió escribirle a su tía segunda, Amalia. Ella respondió con tanta felicidad que se ofreció a pagarle el pasaje e invitarla a pasear y conocer Argentina. “Si ella no me hubiera invitado, no creo que hubiera podido viajar, la situación económica estaba muy complicada, no era posible juntar dólares”, afirma.

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Aunque a Tetyana no le gustó Buenos Aires al principio, eso no fue un obstáculo. Su tía se había mudado a Mendoza y, después de un mes, Tetyana le informó que quería quedarse a vivir en esa provincia. “Tu vida, tu decisión. Te apoyo”, le dijo su tía. “Su pariente la ayudó a encontrar su primer trabajo en un depósito de camiones, donde se encargaba del inventario de herramientas. Amalia le enseñó a usar ciertos programas en la computadora en un gesto de generosidad inolvidable, al igual que la amabilidad de los dueños de la empresa de transporte y todos sus compañeros.

“No sabía nada de español… había un señor de Jujuy que trabajaba conmigo y fue especialmente amable, me repetía mil veces los nombres de las cosas, hasta el día de hoy pronuncio ‘tuerca’ y me acuerdo de él, don Osvaldo. Después de unos veinte años, tuve la suerte de encontrarme con el dueño del transporte en una reunión de negocios y pude agradecerle, ya con mi español aprendido”, dice Tetyana emocionada.

“Hasta el día de hoy pronuncio ‘tuerca’ y me acuerdo de él, don Osvaldo. Después de unos veinte años, tuve la suerte de encontrarme con el dueño del transporte en una reunión de negocios y pude agradecerle…”

Su madre no estaba muy de acuerdo con su decisión, ya que le dolía tener a su hija tan lejos. Su madre decidió pedir un préstamo, abordar un avión y volar a Argentina para ayudarla, pero la situación se volvió complicada. Tetyana no ganaba lo suficiente para mantener a ambas, por lo que su madre no tuvo más opción que salir a trabajar. “No solo para sobrevivir, sino también para pagar su deuda de viaje. Su salud se deterioró y después de seis meses decidió regresar a Ucrania”.

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“Yo me quedé, estaba empezando a gustarme esta gente amable y sonriente”, dice Tetyana. “Me acostumbré a dar besos y tomar mate, hice amistades… Mi español también ha mejorado”.

Tetyana, junto a sus cuatro hijos.

Aunque le llevó tiempo adaptarse al paisaje árido y desértico de Mendoza, aprendió a amar su lugar en el mundo. “Me costó mucho acostumbrarme a este paisaje mendocino, hasta el día de hoy extraño los ríos, los bosques y las flores. El otoño en Ucrania es multicolor y podemos recolectar hongos. Extraño a mis amigos, pero seguimos en contacto, aunque la distancia nos aleje… Sin embargo, aprendí a amar mi lugar en el mundo, amo la montaña y he viajado por Argentina. Es un país tan grande y hay tantos lugares hermosos, que no sé si podré cumplir todos los viajes que tengo en mente”, añade.

Tetyana vende vinos argentinos en todo el mundo.

Han pasado veintisiete años desde que Tetyana llegó a Argentina por primera vez, sin imaginar que el país de los besos y la carne la conquistaría. Luchó y recibió ayuda de hombres y mujeres para forjar una sólida carrera en Mendoza, una provincia que, al igual que Buenos Aires, tuvo sus altibajos y no fue fácil de adoptar.

“Estoy agradecida con Argentina. Como mujer, tuve oportunidades y las aproveché. Tuve suerte, pero sobre todo, luché por mi bienestar actual, mi hermosa familia y una sólida relación de pareja. No me rendí en el amor tampoco, llevo seis años en pareja con un hombre especial, mi compañero. Siempre quise tener una familia grande y así somos”, concluye.

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Argentina Inesperada es una sección que profundiza en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron vivir en Argentina. Si quieres compartir tu experiencia, puedes escribir a argentinainesperada@gmail.com. Tenga en cuenta que este correo electrónico NO brinda información turística, laboral ni consular. Lo recibirá la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.

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