Conocido en torno a del mundo por su trayectoria, Benito Fernández (63), no es solo uno de los favoritos de cientos de modelos, actrices y celebrities, sino asimismo de la reina Máxima de Holanda. El diseñador recuerda su infancia como uno de los momentos más difíciles y problemáticos de su vida: “La escuela a la que asistía no estaba preparada para acoger a cualquiera con dislexia”, revela a LA NACION. A pesar de ello, supo encontrar los caminos correctos y confrontar sus grandes miedos desde otra perspectiva, sabiendo que la vida le tenía preparado poco mucho más excelso.
–¿Qué es la moda para vos?
–La moda tiene dos caras, por un banda la crítica filosa y la frivolidad, pero por el otro asimismo esta muy en contacto con la vulnerabilidad de las personas. A la moda siempre se la puso en el banda frívolo, pero como vos decís, tiene costados que no tienen falta que ver con eso. Primero es una industria que genera fuentes de trabajo, segundo trabajas con la vulnerabilidad de las personas. Yo creo que la moda nos atraviesa, por ejemplo, en la pandemia de COVID-19, al mes las marcas estaban haciendo barbijos. Si nos corriéramos de la frivolidad del desfile, de la maniquí, de esa examen y viéramos como se adapta en todo sentido, hasta en la política, estaría buenísimo.

MARCAS QUE NO SE OLVIDAN
–¿Cuál crees que fue el primer tabú que tuviste que pasar?
–Yo soy disléxico. De pequeño sentía la examen del otro, creía que hacía todo mal y para mí el resto pensaba lo mismo. Ese fue el primer tabú excelso que tuve que atravesar. Esto fue a mis siete abriles.
–¿Padeciste esto en la escuela?
–Sí, lo padecí porque la escuela no estaba preparada para recibirme. Ahora hace 30 abriles que no leo porque le agarre una especie de fobia. Igual eso no me impide ganar a otros lugares, yo voy por otros caminos.
–¿Hay maneras de tratar la dislexia?
–Sí. Depende del naturaleza de dislexia, pero hoy hay tratamientos y maneras de ayudar. Yo siempre le digo a los padres que no hay que preocuparse por el pequeño disléxico porque eso lo carga, lo que hay que hacer es ocuparse.
–¿Cómo fue estar la dislexia con tus papás?
–No había herramientas entonces tuve que hacerlo solo. Hice como un autoanálisis de por qué era diferente y de cómo atravesarlo. No sufría tanto bullying por la dislexia, pero uno se siente mal porque yo de verdad no llegaba a hacer las consignas, así que más que el bullying era mi percepción de la situación. Encima la preocupación de mis padres, era una situación complicada.
–¿Pudiste terminar el secundario?
–Sí. Empecé a estudiar derecho antiguamente de ser diseñador, tenía 3,80 de promedio. Yo siquiera nunca luché por equipararme, yo sentía en el fondo que había poco diferente en mí, que me tocaba ser diferente. Hay que sacar esa cosa de equiparar y de que todos tenemos que hacer lo mismo, pensar en “poco tiene que tener para mi” me relajó un poco.
–Con tu sexualidad, ¿a que vida pudiste sincerarte?
–De excelso, pero fue poco como natural. La dislexia fue más problemática que mi sexualidad, que lo viví más tranquilo, de mas excelso, ya tenía 40 abriles. No fue una carga pesada en mi vida.
–¿Las charlas con tus hijos siquiera?
–Eso sí, pero los chicos entendieron. Tal vez me arrepiento de no haberlo dicho antiguamente, por eso de ocultar y no sostener. Pero para mí fue más traumática la dislexia, eso me marcó más.

LEJOS DE LA POLÍTICA
–El tema de la política, ¿era un tema que dividía a tu grupo cuando eras pequeño?
–Sí, dividió mucho a mi grupo. La grupo de mi origen era peronista y la de mi padre radical, eso no me permitió disfrutar tanto a mis abuelos. Era una situación incómoda. Eso me alejó un poco de la hendidura y de charlar de política. Solo me meto en política desde lo social. Cuando me han llamado para hacer acciones sociales fui, no importaba el partido.
–¿Vestirías alguna primera dama?
–No, hay prejuicios. Cuando vestís a cualquiera quedas pegado a la hendidura. Es muy difícil.
–¿Cómo fue que te fundiste en 2001?
–Tenía la marca y ya era conocido, pero me agarró muy mal y me fui a España. Estuve dos abriles ahí trabajando, posteriormente volví. Encajado ese año, yo había vestido para el casamiento de Máxima Zorreguieta, a la cuñada y a cinco amigas. Incluso le había hecho el vestido de casamiento a Pampita que pegó mucho. Me fui en el momento que más en lo alto estaba. Me agarró el corralito, todo fue un desastre. Pero posteriormente el país se recuperó y las mujeres ya tenían en su inconsciente lo que yo hacía, así que empecé a retornar cada vez más seguido a Buenos Aires, hasta que a los dos abriles terminé volviendo de guisa definitiva.
–¿En qué momento estás hoy como patrón?
–Es un momento muy difícil para la industria. Han sido abriles difíciles con la pandemia y todo lo que está pasando ahora, la verdad que es una situación súper difícil, no hay entregas, no hay precios.
–Hay cosas que cuesta conseguir incluso…
–Sí, no sabes si no entran, o te las retienen o cambian la forma de suscripción. Es difícil y es una compasión porque la industria textil se tendría que apoyar mucho. Es una de las industrias más importantes que hay y que más fuentes de empleo genera. Desde el gobierno deberían tener más conciencia de eso.

LA NACION