Eid Haddad tenía padres adolescentes cuando presenciaron el uso de fuerza por parte de las tropas británicas en Palestina en 1938. “Vieron cómo las tropas entraron y atacaron a la gente. Mi padre me contó que golpearon a un hombre en la cabeza con un martillo de madera utilizado para picar carne, llamado (en árabe) modakah, y murió”, recuerda Haddad.
“Otro hombre y su hijo colgaban hojas de tabaco para secarlas. Simplemente les dispararon por la espalda”, continúa. “Era un caos”.
Sus padres vivían en al-Bassa, un pueblo palestino que fue sometido a un castigo colectivo por parte de las fuerzas británicas, quienes en aquel momento calificaron sus acciones como “medidas punitivas”. Los británicos atacaron pueblos enteros si sus tropas recibían ataques de rebeldes armados que operaban en las colinas.
Haddad cuenta las atrocidades vividas por su familia en una nueva serie de radio producida por la BBC, que examina cómo el control británico y francés de Medio Oriente hace un siglo moldeó la región de maneras que aún resuenan hoy.
Me puse en contacto por primera vez con Eid Haddad el año pasado cuando estaba cubriendo un intento liderado por los palestinos de recibir disculpas por los presuntos crímenes de guerra cometidos por Reino Unido durante su control de Palestina entre 1917 y 1948.
Me contó la historia de su propia infancia en Líbano en medio del derramamiento de sangre presenciado por su familia, quienes habían sido desplazados de su tierra natal.
La vida temprana de sus padres se desarrolló en un momento en el que el dominio británico y francés provocaba años de conflicto y agitación sectaria en la región.
Su infancia transcurrió en medio de la sangrienta inestabilidad que se apoderó de Medio Oriente en las décadas posteriores a la partida de las potencias europeas de la región.
Según un historiador que entrevistamos, la historia de los Mandatos es tan fundamental que es efectivamente “una historia del presente”.
Durante la Primera Guerra Mundial, cuando Reino Unido invadió y capturó el territorio del colapsado Imperio Otomano, recurrió a fuerzas de autodeterminación nacional.
Londres hizo promesas contradictorias sobre pedazos del territorio que ofreció tanto a los árabes, que buscaban la independencia en toda la región, como al movimiento sionista que buscaba un hogar judío en Palestina.
Los británicos y los franceses consolidaron su control con los llamados “Mandatos” de gobierno que les otorgó la recién fundada Liga de Naciones, un organismo dominado por las dos potencias imperiales.
En Palestina, Londres estableció movimientos nacionales rivales en vías de colisión antes de lanzar una brutal represión contra un levantamiento árabe a finales de 1930.
Más tarde, las fuerzas británicas se enfrentarían a una rebelión de las milicias sionistas, en medio de una serie de cambios políticos caóticos en los que Reino Unido incumplió sus promesas de inmigración y rechazó barcos que transportaban a sobrevivientes del Holocausto que habían escapado de la Europa ocupada por los nazis.
“Los británicos no sabían cómo manejar estas cosas”, afirma el historiador israelí Tom Segev. “Trataron a Palestina como uno trata a una adorable mascota. Es bueno tenerla, pero realmente no debería causarnos demasiados problemas“, añade.
Mientras tanto, el Mandato francés separó a Líbano de Siria para crear una estratégica “cabeza de playa” e impuso nuevas fronteras en todo el territorio a principios de la década de 1920, antes de una rebelión árabe que también reprimió sin piedad.
Dividieron áreas por etnia y religión en lo que el historiador James Barr describe como un intento “muy directo y cínico” de dividir y gobernar.
En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Reino Unido y Francia se retiraron. En Palestina, Londres sabía que su retirada convertiría un conflicto territorial en una guerra regional, cuando se declarara el Estado de Israel y los ejércitos árabes invadieran.
Los padres de Haddad huyeron de al-Bassa cuando la aldea fue destruida por fuerzas paramilitares judías. Durante los conflictos de 1947 y 1948, al menos 750.000 palestinos huyeron o fueron obligados a abandonar sus hogares en lo que los palestinos llaman la “Nakba” o “catástrofe”.
Haddad nació y creció en un campo de refugiados palestinos en el vecino Líbano.
El frágil clima sectario entre cristianos y musulmanes que quedó tras el dominio francés de Líbano se desestabilizó con la llegada de refugiados palestinos. La situación empeoró aún más durante el ascenso de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), el grupo armado que lanzó ataques contra Israel.
El país también tenía funcionarios poderosos que todavía estaban a favor de una alianza regional panárabe con Siria y Egipto, un movimiento que tuvo sus raíces en la rebelión contra los Mandatos e incluso antes.
Posteriormente, Líbano se sumió en una guerra civil sectaria. Haddad, cuya familia es palestina cristiana, describe cómo su hermano de 16 años fue asesinado a tiros por ultranacionalistas cristianos libaneses (milicias falangistas) que atacaron a los palestinos y su campo de refugiados al norte de Beirut en 1975.
Al año siguiente, sobrevivió a una masacre al esconderse en un armario y escapar de los pistoleros. Describe la humillación espantosa y bárbara de los sobrevivientes por parte de las milicias.
Haddad afirma que quedó marcado de por vida con síntomas de trastorno de estrés postraumático (TEPT), que, según él, se remontan a su infancia.
“Mis padres… creo que también sufrieron trastorno de estrés postraumático porque también presenciaron muchas cosas cuando eran niños. E imagina a mi padre, estaba a punto de ser llevado por las tropas británicas para ser interrogado”, dice, explicando que los británicos separaron a las mujeres de los hombres que fueron detenidos durante las atrocidades en el pueblo de al-Bassa en 1938.
Haddad cuenta que su padre, entonces un adolescente, fue llevado hacia donde estaban las mujeres gracias a un aldeano que lo disfrazó de niña. “Simplemente lo cubrieron, le taparon la cabeza con un pañuelo y le dieron un vestido. Y de esta manera lo salvaron de ser torturado“, agrega.
El gobierno de Reino Unido nunca ha reconocido las atrocidades cometidas en al-Bassa, donde se cree que las tropas británicas mataron a más de 30 personas.
Desde Europa, Haddad ahora describe cómo nunca ha podido regresar a la tierra de sus antepasados. “Siento como si me faltara una gran parte de mí. Me siento como una isla en un océano que me resulta totalmente extraño”, concluye.