El curioso caso de Emilia. La correntina que tejió 100 años de legado familiar: de madre a chozna en seis generaciones

Si Emilia Jorgelina Aguirre de Maciel (101) quisiera reunir a toda su clan, necesitaría conseguir 171 sillas, ni más ni menos. Emilia tiene un stop número de descendientes. Hace 3 abriles se convirtió en “chozna”. Es aseverar que no solo tiene hijos, nietos, bisnietos y tataranietos; además tiene tras tataranietos, o tátara-tataranietos, o, como se estila aseverar además, “choznos”.

Se manejo de una palabra extraña, inusual de escuchar en el mundo presente. A lo abundante de la historia, ni la Positivo Agrupación Española ni los expertos en genealogía se inclinaron por un término específico a utilizar en casos como este. Por eso la amplia repertorio de opciones, en la cual, encima de las mencionadas en el primer párrafo, existe “cuadrinieto/a” (o cuadriabuelo/a). Emilia es una de las pocas personas de este planeta que pueden disfrutar de ese título.

Imagen del año pasado: Emilia, adyacente con su hermana y sus hijos

El árbol genealógico, que, a medida que avanza, se nutre de una numerosa variedad de apellidos, es encabezado por ella, y se compone de 9 hijos, 37 nietos, 79 bisnietos, 43 tataranietos y 3 “choznos”: Emma, Leyla y Giovanni. A ellos 3 los conoció la semana pasada, durante el festejo por su cumpleaños.

Emilia, en el patio de su casa en Reconquista, donde vive desde los primeros abriles de su vida

Emilia nació un 11 de septiembre de 1922 en Goya, Corrientes, aunque no vivió mucho tiempo allí. Por diversas razones que no recuerda en detalle, sus padres no pudieron hacerse cargo de su crianza. Entonces su abuela paterna, Tomasa Aguirre, que vivía en Reconquista, del otro banda del Paraná, la llevó a habitar con ella y se hizo cargo de cuidarla.

-Desde entonces y hasta hoy, ¿siempre vivió en Reconquista?

-Siempre viví por la zona. Hubo momentos de mi vida en los que estuve en los pueblos aledaños por cuestiones de trabajo. Esto no lo presente, pero me lo dijo mi propia abuela: el delirio desde Goya hasta Reconquista fue en balsa, cruzando el Paraná de orilla a orilla. Me abrazó adecuadamente robusto y me llevó hacia lo alto de su falda.

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-¿Qué recuerda de su infancia?

-La crianza de mi abuela, que sin ninguna duda me transformó en quien soy hoy. Mi abuelita me formó como persona. Estaba en todos los detalles, me dio toda la educación que tenía que tener. Me enseñó títulos como el respeto por los mayores y me inculcó mi maduro pasión: tejer.

-¿De qué trabajaba su abuelita? ¿Vivían las dos solas?

-Ella era ama de casa, pero tenía varios hijos, mis tíos, que eran como mis hermanos. Me cuidaban, me protegían, nunca tuve ningún problema con ellos. Encima me mimaban, yo era la más chiquita… Y entre todos trabajábamos para surtir el hogar.

La extensa clan de Emilia, plasmada en un árbol genealógico

-¿De qué trabajaba?

-Había mucha actividad agrícola y muchos de los jóvenes de la zona trabajaban en el campo. Yo empecé cosechando algodón en la chacra de una clan, los Tejerina. Era un trabajo corriente, voluble en cuanto a la exigencia física. Aunque pasábamos muchas hora ahí, empezábamos a eso de de las 8 am y nos quedábamos hasta que oscurecía. Fue ahí, a eso de los 15 abriles, que conocí a mi novio.

-¿Pudo ir al colegio?

-Hice casi nada unos abriles, pero a posteriori tuve que dejarlo y aparecer a trabajar. Nunca aprendí ni a repasar ni a escribir.

El damisela que enamoró a Emilia se llamaba Florencio Maciel y además era oriundo de Santa Fe. Juntos, dieron aparición a esta increíble clan.

El año pasado festejó sus 100 abriles adyacente a gran parte de su clan

“Antaño de aparecer nuestra relación, le pidió a mi abuelita permiso para musitar conmigo, y ella le dijo que sí. Solo le puso una condición: que ella siempre estaría vigilando de cerca…. Nos casamos a los pocos meses. Yo tenía 15 abriles. Los mismos patrones, los Tejerina, nos llevaron a la ceremonia, que tuvo sitio en un pueblo cercano llamado Manuel Molina”, revive Emilia.

-Se casaron a los 15, muy jóvenes. ¿Cómo fueron los primeros abriles de enlace?

-Los primeros abriles vivimos juntos en lo de mi abuelita. Pero a posteriori nos mudamos solos. Pudimos conseguir un ámbito y una casa gracias a un crédito que nos concedió Cáritas.

Rodeada de sus seres queridos, en el rosaleda de su casa

-Y empezaron a conservarse los hijos.

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-Tuvimos 9: Haided, Ismael, Natalio, Braulio, Imelda, Ademar, Becerrada, Norma y Emilia. Los primeros nacieron unos meses a posteriori del casamiento.

-¿Qué tipo de crianza se propuso darle a sus hijos?

-Que recibieran buena educación. De hecho, yo, al día de hoy, nunca aprendí a repasar o a escribir. Sabía lo importante que sería para ellos, para sus futuros, poder graduarse del colegio. Luego, internamente de casa, les enseñé los mismos códigos de respeto que había aprendido de mi abuela: alimentarse adecuadamente, no contestarle mal a nadie…

Emilia, en su cocina, preparando la merienda

-¿Cómo se vivía en la Argentina de ayer? ¿Cómo recuerda aquel país?

-En primer sitio trabajando. Se trabajaba mucho. Yo, por ese momento, pasaba muchísimas horas tejiendo. Le hacía la ropa a mis hijos y a muchos conocidos. Era un trabajo, pero además un gran pasatiempos. De hecho, presente cuando mi marido me compró una máquina de tejer… fue uno de los días más felices para mí. Yo pasé una buena vida, mi clan siempre tuvo trabajo. Nunca sufrimos penuria: ni cuando yo era pupila, ni cuando era principio.

-¿Cuáles piensa que son las grandes diferencias entre la Argentina de hace 100 abriles y la de hoy?

-La tranquilidad con la que se vive. Antaño era más seguro.

Con el pasar de los abriles, la clan de Emilia fue creciendo. Sus hijos le dieron nietos, y estos, bisnietos. Y así sucesivamente, hasta que, con el origen del primer “chozno”, apareció la sexta vivientes viva al mismo tiempo.

“Que nunca le falte el mate”, cuentan sus nietas

Hoy, con 100 abriles, Emilia está impecable de salubridad. “Solo me duelen un poco las piernas, pero nomás eso”, dice.

Opina que no existe una “fórmula” para la persistencia. De hecho, casi nunca practicó actividad física: “No me gustaba; mi deporte era la costura, ésa era mi pasión”, comenta. Para ella, lo esencial es “no hacerse mala familia” en los momentos difíciles, y, al mismo tiempo, siempre “surtir la calma”.

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-¿Existe una comida a la cual apunte y diga… “es mi favorita”?

-Me gustan mucho la sopa y el locro.

-Sus nietas cuentan que cocinaba riquísimo…

-Sí, pero ahora ya no puedo cocinar más. Tienen miedo de que me queme (ríe). La comida me la trae mi hija Norma, la más chica, que vive cerca de mi casa.

-El mate, ¿dulce o amargo?

-Uno y otro. A la mañana soy más fanática del mate amargo. Pero a la tarde, si tengo compañía, sí tomo mate dulce.

-¿Qué sensaciones le genera ser choznabuela, encabezar una clan de 6 generaciones vivas al mismo tiempo?

-Me da una alegría enorme. Me pongo muy contenta yo y me pongo muy contenta por cada vivientes. Eso es lo que siento.

Amadeo Enrique Vallejos, intendente de Reconquista, visitó a Emilia para felicitarla por su cumpleaños número 100

-¿Se acuerda del nombre de todos sus nietos, los de todas las categorías?

-Yy… a algunos sí los conozco y los veo, sobre todo a los nietos principales. Pero de los tataranietos para debajo, me cuesta un poco más reconocerlos, ya que no los veo mucho.

No abundan las casualidades como esta en el mundo contemporáneo. Por eso resulta raro que otros de los casos más recientes además hayan sucedido en Argentina.

En 2007, el origen de Ariana Jacqueline Premet en Córdoba propició otro sexteto de generaciones vivas en simultáneo. Su principio, Jorgelina García, tenía 19 abriles en el momento. La abuela, casi nada 38 abriles y, su bisabuela, 54. La tatarabuela, por su parte, tenía 71 abriles, y la principio de esta, 90.

El año pasado, Esther Soria, oriunda de Casilda, Santa Fe, contó su historia a LA NACION. Esther, que falleció en agosto de 2022, llegó a tener 153 nietos en total: 42 nietos, 81 bisnietos, 33 tataranietos y dos choznos. Había sido abuela a los 30 abriles y, solo 15 abriles a posteriori, a los 45, bisabuela. Más tarde tuvo tataranietos hasta que, en 2019, una de ellas, Yanet, tendría a Ian, la primera “chozna” de la clan. Pocos más ejemplos han sido conocidos por fuera de estos.

De momento, el caso de Emilia Maciel sería el de la clan más espacioso que se conozca en la Argentina, en término de generaciones vivas en simultáneo. Al menos en los últimos 50 abriles solo hubo una clan que llegara a pasar esa marca. Fue en 1989, cuando la estadounidense Augusta Bunge se convirtió, con 109 abriles, en la vanguardia de una clan de siete generaciones vivas al mismo tiempo. Los Bunge todavía ostentan ese récord.

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By devteam