Análisis de Assassin’s Creed Mirage: el regreso de Ubisoft a los clásicos tiene las ideas claras, pero no las ejecuta bienX

Corría el año 2007 cuando Ubisoft lanzó al mercado el primer Assassin’s Creed. Yo, que todavía no había cedido el brinco a la concepción de la HD, llegué a casa de un amigo y vi esas calles de Jerusalem detalladas, pobladas de vida, con un parkour evadido y todas esas cosas que el recreo de Ubisoft ponía sobre la mesa. Me quedé atónito. El Assassin’s Creed diferente fue un título revolucionario para los mundos abiertos, y como yo, sé que hay muchos que vivieron ese mismo momento de asombro con él. Pasan los abriles, y la dinastía crece. Nacen iconos como Ezio Auditore, llegamos hasta la Revolución Industrial y Ubisoft echa la observación antes para regresar a la era clásica, al apreciar la penuria. La dinastía se reinventa en un RPG de acto, una osadía correcta a todas luces, cedido que los últimos juegos han disfrutado de unas ventas inmensas. Pero a algunos nos creó un pequeño hueco en el corazón, uno que Assassin’s Creed Mirage exploración guatar.

Y uno que, lamentablemente, solo llena a medias. No por su envergadura, donde es importante señalar desde el inicio que se tráfico de un título notablemente más pequeño que el de los anteriores juegos de Assassin’s Creed, tanto en ambiciones como en duración y contenido. Sino por el completo del producto final y la experiencia de recreo. Assassin’s Creed Mirage se promociona como un regreso a las raíces de la dinastía. Un homenaje al título que lo inició todo, con un enfoque más táctico y de sigilo en cortas distancias, frente al diseño RPG expansivo de los últimos juegos. Un “Assassin’s clásico”, hablando en plata, creado sobre la pulvínulo de 15 abriles de entregas anteriores. La idea era buena, pero la ejecución parece la de un recreo que ha saledizo cuando ha saledizo, y no cuando tenía que salir. Os lo exposición todo en el descomposición de Assassin’s Creed Mirage.

Ambientación de Assassin’s Creed Mirage

Assassin’s Creed Mirage nos pone en la piel de Basim Ibn Ishaq, un muchacha rata criado en las calles de Bagdad, que se une a la hermandad de los “Ocultos” – los futuros Asesinos – en exploración de respuestas sobre su pasado. Su historia es técnicamente una precuela de Assassin’s Creed Valhalla, donde conocimos por primera vez a este personaje. Aunque se tráfico en existencia de una historia independiente que no requiere sobrevenir jugado a títulos anteriores, ni a esta última entrega de 2020. Por lo que, si ese es vuestro caso, podéis adentraros en Mirage sin temor a spoilers de otros juegos. El caso es que esta aventura nos adentra en la ciudad de Bagdad a finales del siglo IX, en plena vida de oro del califato Abasí, y esta ambientación es uno de los aspectos más positivos de Mirage.

Las calles estrechas de Bagdad suponen un auténtico soplo de nostalgia. En parte es por la cercanía geográfica y arquitectónica con el primer Assassin’s Creed, pero igualmente por cómo se traduce eso en tu movilidad haciendo parkour por la ciudad: casas bajas que se agrupan muy de cerca, con multitud de opciones para progresar de guisa fluida y caminos múltiples por los tejados, pértigas y poleas, grúas, etc… En esto, los escenarios naturales, y los edificios y calles de Bagdad, son sin duda los instrumentos visuales que más lucen de Mirage. Te invitan a quedarte ensimismado con el modo foto a cada poco, ya sea por el enfoque de la secuencia como por querer hacer teleobjetivo en los azulejos y los relieves de la edificación, muy admisiblemente representada.

Pero igualmente destaca la vida que respiran sus calles y las numerosas opciones que ponen en tu mano para ser uno más con su población. Contratar a músicos para distraer a los guardias cercanos o a un comunidad de bandidos para que los ataquen, sobornar a un comerciante para someter sus precios u obtener información sobre un objetivo, mezclarte con unos peregrinos para colarse a través de las puertas de la ciudad, camuflarse entre un comunidad de clientes del almacén o sentarse en un costado y ver a los guardias suceder de generoso… Es, a su guisa, una reunión de todas las opciones de inmersión introducidas a lo generoso de la dinastía, para ofrecer distintas opciones tácticas al retar a la par que te sientes uno con su mundo.

Y por supuesto, Bagdad y sus alrededores están repletos de entradas del códice por encontrar, con contexto sobre el momento histórico del recreo, la religión y civilización de la época, las disputas sociopolíticas del califato o los movimientos artísticos que predominaban. Un clásico de la dinastía que no desidia a la cita. Se tráfico en genérico de un planisferio harto más escaso que el de los juegos anteriores, pero dada la densidad del contenido en el interior de Bagdad y lo notablemente diferentes que son sus barrios, me parece una osadía más que acertada. Por supuesto, igualmente hay algunos pueblos y ruinas que descubrir por las periferia de la ciudad, aunque demorar a ellos no supone mucha distancia y la trama te llevará a recorrerlos eventualmente.

Un Assassin’s Creed más listado, pero con beneficio de soltura

Assassin’s Creed Mirage hace una cosa muy interesante en cuanto al diseño de la aventura, y es que fusiona los instrumentos abiertos de las últimas entregas con la estructura listado de los clásicos. Una osadía que, nuevamente, me ha parecido muy acertada. Una vez completado el prólogo del recreo y el primer crimen, la trama se abre de guisa que puedes acometer los distintos objetivos en el orden que prefieras, ayer de retornar al sendero listado. Las misiones principales se presentan como un planisferio de investigación donde vas reuniendo pistas para identificar a los miembros de la Orden infiltrados en Bagdad. A grandes rasgos, hay cuatro ramas distintas de la Orden ocultas en la ciudad, y según completas misiones vas avanzando en la investigación: pones cara a tus objetivos, descubres sus rasgos identificativos y, finalmente, les das caza.

Estas misiones de crimen en las que das caza a un objetivo son los momentos en los que Assassin’s Creed Mirage recuerda al recreo clásico con anciano fuerza. Has completado misiones previas de investigación, has cedido con el objetivo y toca encontrar la guisa de terminar con él o ella, poco que te retrotrae al rizo jugable del primer AC. Y cada una de ellas permite distintos enfoques tácticos, encima de ser de lo más variadas e incorporar instrumentos sociales de infiltración. Ya no es solo usar todos esos posibles que mencionaba ayer, como contratar a músicos o infiltrarse entre el multitud, sino igualmente cosas más específicas como conseguir un pase para una subasta y comprar el fisco que exploración tu objetivo, disfrazarse de afeminado para entrar en un harén o colarse con sigilo en unos barracones con la ayuda de un infiltrado.

El hecho de que Assassin’s Creed Mirage sea una aventura más compacta ha permitido que cada una de sus misiones sea variada, que propongan ideas distintas a nivel jugable y te hagan sentirte más involucrado en ellas. Y no son los únicos contenidos que hay disponibles. Hay varios coleccionables que cosechar, así como unos contratos repetibles que aportan posibles al completarlos – pueden ser carreras, misiones de crimen o robar objetos. Pero lo interesante son los encuentros con ciudadanos de Bagdad al estilo de los eventos de mundo de Valhalla, similares a los “extraños y locos” de GTA si no has jugado al primero.

Pequeños encuentros que aportan más color a la ciudad y proponen actividades variadas, con uno que incluso hace un seña a otro personaje de Valhalla. Y sí, algunas de las misiones principales “preparatorias” y contenidos secundarios son más tediosos, pero dada la duración del recreo, no llegas a culpar cansancio. Aventajar AC Mirage me ha llevado 15 horas en total, aunque sin completar todos los contenidos secundarios y jugando a un ritmo más elevado de lo habitual. En concreto, me ha faltado completar dos tipos de coleccionables concretos y algunos de estos encuentros secundarios por las calles de Bagdad. Por lo que completar plenamente el recreo puede arrostrar en torno a las 20 horas que prometía Ubisoft.

Combate y sigilo en Assassin’s Creed Mirage

La ambientación de Assassin’s Creed Mirage y el diseño de las misiones me han dejado muy satisfecho, sin duda. Entonces, ¿a qué se debe mi desidia de emoción al manifestación del descomposición? En primer puesto, a la guisa en la que fallan dos de los instrumentos básicos de la jugabilidad: el sigilo y los combates. Para no andarme con rodeos: la inteligencia industrial tiene muchas flaquezas, y eso tira al traste el sigilo de pulvínulo. En parte, algunas de las carencias parecen heredadas de los últimos Assassin’s Creed RPG, donde quedaban más disimuladas por sus escenarios más abiertos y su enfoque más de acto que de sigilo. Pero aquí, donde el diseño de niveles y misiones invitan a usar el sigilo como primera opción – e incluso las pantallas de carga lo enfatizan – su objetivo es extraordinario en la experiencia.

Los enemigos tienen problemas para detectarte excepto que estés de frente y a una distancia moderadamente cercana. Se dejan atraer con silbidos a un matojo para que los mates, aunque hayan conocido ya, de frente y claramente, cómo matas a otros tres de la misma guisa ayer que a ellos. Igualmente les cuesta reaccionar admisiblemente cuando te detectan – si tienes que batallar, solo se alertarán los enemigos más cercanos, pero los guardias que están a 10 metros de distancia siguen con sus quehaceres como si mínimo, a pesar de la alerta y del ruido de combate.

Adicionalmente, incluso con la notoriedad – tu nivel de “búsqueda” – al mayor, los enemigos son incapaces de perseguirte por la ciudad. Si te ves en peligro o te persigue un agente, baste con subirse al edificio más bajo que tengas cerca y circular: en lo que logren subir al tejado, tú ya estarás a medio distrito de distancia… Eso cuando no se quedan atascados en un obstáculo hasta que desisten de buscarte, o se pierden ellos solos tratando de subir de la guisa más rebuscada. Esto no solo hace que el sigilo sea trivial, sino que encima no haya consecuencias serias por ser detectado, ya que sabes que vale con matar a los cercanos y seguir como si mínimo. Y a raíz de ello, siquiera te ves instado a utilizar las distintas opciones de infiltración que el recreo pone en tus manos, como contratar a músicos y mercenarios, ocultarte para huir de los guardias, etc… Porque no son positivamente necesarias. Dicho de otra guisa, el sigilo se vuelve inane.

¿Y qué pasa con el combate? En compendio: es el sistema de combate de Odyssey o Valhalla, pero sin las habilidades y la variedad de armas. A grandes rasgos, tienes un ataque rápido y uno resistente, una esquiva y un parry, con un único tipo de armamento (y por ende, un único moveset). Los enemigos son de tres tipos, soldado con espada o gancho, soldado pesado y ballestero. Y los combates se reducen a esquivar cuando el enemigo brilla en rojo, cerrar cuando brilla en amarillo – con una ventana de parry generosa – y ejecutarlos. De nuevo, la IA enemiga no es muy brillante, por lo que siempre utilizan las mismas rutinas y golpes telegrafiados, sin coordinarse entre ellos.

Si te quedas sin resistor, retrocedes un poco, y si luchas contra un soldado pesado, debes preocuparte por golpearle en la espalda o darle con alguna de tus herramientas en el pie – posees herramientas de “nocivo” de otros juegos, como cuchillos arrojadizos y dardos somníferos, más enseres para infiltrarse pero disponibles igualmente en combate. Y hasta ahí toda la profundidad de las luchas.

Al ser el sistema de combate de los RPG sin nadie de los instrumentos RPG – como la variedad de armas o tener habilidades y movimientos especiales – el combate de Mirage se queda plano por completo. Y nuevamente, hace que no temas fracasar al ser sigiloso. Sí que hay alguna ocasión en la que morirás al verte rodeado por muchos enemigos, y te hará ser más cuidadoso la próxima vez. Y si tu notoriedad – el sistema de búsqueda del recreo – está al mayor, el califato mandará a por ti a un soldado de élite con dos espadas, que sí supone un desafío auténtico en combate. Pero estas son excepciones delante una experiencia de combate que, en su mayoría, no es satisfactoria.

Rendimiento y pulido de Assassin’s Creed Mirage

El combate y el sigilo no son los únicos instrumentos mejorables de un recreo que parece apresurado en algunos aspectos. He minucioso este descomposición de Assassin’s Creed Mirage jugando a la traducción de Xbox Series X, principalmente en el modo rendimiento a 60 FPS. En su mayoría, el rendimiento técnico del recreo ha sido consistente, aunque ha presentado un stuttering en niveles que tienen puesto en interiores, como por ejemplo, una infiltración en una calabozo. Ese stuttering igualmente es apreciable en algunas de las cinemáticas del recreo, en una de las cuales el recreo llegó a congelarse y “crashear” a la interfaz de la consola.

Igualmente he apreciado poco de popping en las distancias, un problema que Ubisoft promete solucionar con el parche Día 1 del recreo. Y, de dorso al asunto de la inteligencia industrial, hay ocasiones en las que los enemigos se traban con instrumentos del entorno, o varias ocasiones en las que un NPC de una delegación se ha quedado atascado por cuestiones similares. En cualquier caso, el popping es un problema meramente estético y el “crasheo” fue puntual, por lo que los únicos puntos notables son ese stuttering y esos pequeños bugs que, esperemos, Ubisoft corrija igualmente en los parches.

Sin retención, hay un aspecto de pulido que me ha parecido más extraordinario al efectuar la reseña del recreo. Es el doblaje al gachupin, y lo es por motivos que, lamentablemente, parecen totalmente ajenos a la faena de los actores de doblaje. En primer puesto, hay bastantes diálogos que están descoordinados con la boca de los personajes. Esto pasaría más desapercibido si no hubiera tantos primeros planos de ellos en los diálogos, donde siquiera ayuda que la calidad de los modelos y animaciones faciales sea notablemente último que la del resto de instrumentos visuales, haciendo más extraordinario esta descoordinación facial.

Y en segundo puesto, más allá de Basim y de algunos personajes principales, el tono y las emociones de unas cuantas de frases no concuerdan en total con la secuencia, como si hubiera faltado el contexto a la hora de grabarlas. Un ejemplo es una secuencia en la que un burócrata llega a su despacho y se encuentra con que le estás esperando en el interior. Él está asustado, la reacción del personaje es de miedo y más cuando le amenazas con la hoja oculta, pero sus frases suenan con un tono medianamente neutro, extraño a la situación. Son dos problemas lo suficientemente frecuentes y notables como para haberme sacado de la inmersión en múltiples escenas, en un recreo de 15 horas. Y probablemente se hubieran solucionado con más tiempo.

Es una pena que Assassin’s Creed Mirage falle en apartados tan necesarios como la jugabilidad o el completo final, cedido que su propuesta de diseño me ha parecido todo un oportunidad. Una aventura más compacta, centrada en la calidad sobre la cantidad, y en la inmersión en una ciudad viva recreada con cariño. Con más tiempo de ampliación, quizá estaría hablando del recreo con un tono mucho más positivo. Pero en pulvínulo a lo que hay, Assassin’s Creed Mirage es un título con algunas carencias que evitan que sea todo lo bueno que podría ser. Aún así, estoy seguro de que los fans de la dinastía disfrutarán con la propuesta de Mirage, con ese regreso al enfoque “clásico” de identificar a los objetivos, infiltrarse y ejecutar desde las sombras. Pero el regusto que me deja es el de un recreo que se contenta con existir.